Democracia iliberal

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La Democracia Iliberal es una categoría que ha ido ganando protagonismo y centralidad como instrumento de análisis de los procesos de cambio político que aquejan a las democracias contemporáneas. Se trata de procesos marcados por acentuados y evidentes sucesos que ponen a la vista el debilitamiento de las democracias realmente existentes, la alarma sobre su eventual muerte, así como su marcada inercia hacia su desdemocratización. En tal sentido, esta es una noción teórica que ayuda a explicar las razones que se encuentran detrás del fuerte resurgimiento en nuestros días de los populismos, tanto de derechas como de izquierdas. Especialmente, la categoría democracia iliberal permite comprender, dentro de la evolución de estos nuevos populismos, las peligrosas tendencias autocratizadoras que se encuentran en el corazón de estos. Por tanto, dos características definirían la esencia del fenómeno que quiere atrapar esta categoría: el debilitamiento o cancelación de las libertades que garantiza el canon liberal, especialmente, las civiles y, en segundo lugar, la concentración del poder en manos de gobernantes que, si bien acceden al poder por vía de elecciones formalmente competitivas, utilizan dicha legitimación obtenida para eludir o ignorar los límites constitucionales de su poder.

En pocas palabras, una democracia iliberal es aquel régimen político que cumpliendo formalmente con las características o dimensiones que permitirían clasificarlo como democrático (elecciones libres) entra en un proceso de desgajamiento de su componente liberal (división de poderes, rendición de cuentas y libertades ciudadanas). Evidentemente esto supone, de entre varios problemas sustantivos que se desprenden de dicho desgajamiento, uno central formulado a través de la pregunta ¿Cuánto iliberalismo puede admitir la democracia y continuar siendo democracia? O dicho de manera aún más sintética ¿Es un oxímoron la categoría democracia iliberal? Formalmente, en efecto, lo es, pues una democracia iliberal es una contradicción en los términos. No puede concebirse una democracia sin Estado de derecho y viceversa. No obstante, en términos de construcción y evolución histórica de los regímenes democráticamente existentes, este asunto quizá ya no es tan simple y claro.

Veamos esta cuestión con más detalle con el objetivo de desagregar los temas problemáticos de los que nos ocuparemos en este escrito. Inicio por mencionar que se suele atribuir a Fareed Zakaria (1997) el inicio de la popularización del concepto en nuestros días, del mismo modo que se reconoce en Víktor Orban, el controvertido primer ministro húngaro, populista, nacionalista y xenófobo, la vindicación en términos de práctica política de la categoría en cuestión. En este sentido, Orban justifica la validez y la no pérdida de legitimidad de un régimen democrático que se desprenda completamente de su componente liberal. Es decir, para Orban es aceptable en una democracia desdeñar el principio de tolerancia, afirmar un principio fuerte de dominio de las mayorías (y desconocer, por tanto, el derecho de las minorías de afirmarse dentro de una sociedad que admita la pluralidad social), así como la separación y contrapesos del poder. En cambio lo que Zakaria nos advirtió en su momento fue que:

Vemos el ascenso de un fenómeno perturbador en la vida internacional: la democracia no liberal. Democracia ha significado, democracia liberal, sistema político caracterizado no sólo por elecciones libres y justas, sino también por el imperio de la ley, la separación de poderes y la protección de las libertades básicas de expresión, reunión, religión y propiedad. Este último conjunto de libertades, que puede denominarse liberalismo constitucional, es teórica e históricamente distinto de la democracia… Hoy las dos ramas de la democracia se están desgajando. La democracia florece, el liberalismo constitucional no. Lejos de ser un estado temporal o de transición, parece que muchos países están consolidándose en una forma de gobierno que combina un grado apreciable de democracia, con un grado considerable de no liberalismo”.

Si damos crédito a esta manera de disociar entre democracia y liberalismo podemos llegar al final del camino a conclusiones en las que se defiende la existencia de populismos “buenos” (democratizador y progresista) y de populismos “malos” (reaccionarios, conservadores y xenófobos). En un sentido menos radical, quizás podríamos preguntarnos si acaso no será el recurso del derecho una forma sutil de bloquear la expresión de la voluntad mayoritaria de cada sociedad. En cambio, para Zakaria dicha dislocación entre los elementos democráticos y liberales en la democracia constituye, como ya se ha advertido, una suerte de sinsentido (o, de facto, suicidio) en la democracia representativa contemporánea. En esta perspectiva, no cabría la posibilidad de defender la existencia de populismos “buenos”.

No se trata, por supuesto, de negar el principio mayoritario inserto en el corazón de la democracia, pero tampoco se puede renunciar a mantener ese difícil equilibrio frágil, y en constante construcción, entre dicha voluntad mayoritaria y el respeto a las reglas formales (e informales, añadiría) que sostienen a todo régimen político democrático. Se asume en esta postura que el principio garantista del derecho es un elemento estructural irrenunciable de estos regímenes y sobre los que se impide, entre otros valiosos objetivos, no aplastar a las minorías. Si aceptamos esta premisa, todo populismo sería, como insisto, “malo”, por sus tendencias antidemocráticas a concentrar el poder y a buscar ejercerlo de manera discrecional en nombre de un “pueblo” homogéneo.

Así que, con la intención de dejar en claro las principales variables que explican las diferencias analíticas y empíricas de la definición de democracia iliberal, se pueden mencionar los siguientes elementos: 1) La realización de elecciones es central porque de ahí emana una presunta legitimidad del ganador. Sin embargo, una constante es que los gobiernos que las convocan suelen tener el control de dicho proceso por lo que la limpieza de las elecciones es cuestionable; 2) El Estado de derecho es frágil o inexistente y tanto la corrupción como el clientelismo son elementos fuertemente arraigados en dicho régimen. A ello se puede añadir que los medios de comunicación están bajo acoso o controlados por el régimen iliberal; 3) Los procesos políticos son opacos, esto es, con poca o nula transparencia y la oposición política es débil o marginada a un papel irrelevante. 4) La formalidad de los procedimientos y de las reglas democráticas son utilizadas por los gobernantes iliberales para anular el corazón y los valores democráticos en un claro afán de concentrar el poder político. Este sería el caso de los líderes populistas que utilizan el aspecto democrático de las democracias liberales para justamente socavar al componente liberal. Finalmente, 5) En tanto régimen híbrido, las democracias iliberales son variantes “moderadas” de autoritarismos y su génesis curiosamente puede provenir ya sea de esos autoritarismos o, en sentido contrario, de los referidos procesos de declinación democrática.

Por otra parte, me parece que no disponemos aún de una verdadera tipología de democracia iliberales. Las variables reseñadas se encuentran con diversidad de intensidad y no siempre se encuentran todas en los regímenes iliberales que despuntan en la actualidad. Es decir, habría una gama de democracias iliberales, desde las que son casi democracias liberales a las que son abiertamente dictaduras. Por ejemplo, Hungría y Polonia son algo así como “democracias nacionalistas” abiertamente xenófobas y de derecha. En cambio, las “democracias bolivarianas” serían su contraparte de izquierda radical. Otros países que cabrían bajo la noción de democracias iliberales serían Rusia, Turquía (como ya mencionaba), y Singapur, entre otros casos. Termino con una provocación: ¿El Salvador, bajo la presidencia de Nayib Bukele, califica como una democracia iliberal?

 

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Referencias

Zakaria, F. (1997). “The Rise of Illiberal Democracy”, en Foreing Affair, año 76, volume 6, pp. 22-43. Consultado en: http://www.foreignaffair.com/articles/53577/fareed-zakaria/the-rise-of-illiberal-democracy.

 

 

* Ángel Sermeño Quezada, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 69.

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