Desigualdad estructural

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Rodolfo Cardenal
01/02/2018

A los grandes capitalistas salvadoreños no les va nada mal, a pesar de sus frecuentes quejas y protestas por que, dicen ellos, el Gobierno los maltrata. Según el reciente informe de Oxfam, el 82% de la riqueza mundial generada el año pasado fue a parar al 1% más rico, mientras que la mitad más pobre no mejoró en nada. Una tendencia similar se observa en América Latina, donde el 10% más rico concentra el 68% de la riqueza total, mientras que la mitad más pobre solo tiene acceso al 3.5%. Se puede objetar que esos porcentajes no se refieren a El Salvador, pero no hay razón alguna para pensar que el país sea una excepción.

Los datos evidencian que el capitalismo neoliberal recompensa a los ricos, no a los trabajadores. En la actualidad, 42 personas poseen lo mismo que los 3,700 millones más pobres. En América Latina, la fortuna de los milmillonarios creció en 155 mil millones de dólares en 2017, casi el doble de lo necesario para acabar con la pobreza monetaria de la región durante un año. El mayor aumento en la historia de la cantidad de personas con una fortuna superior a los mil millones de dólares se dio el año pasado. Diariamente surgió un milmillonario en el mundo. En la actualidad, hay 2,043 milmillonarios, la inmensa mayoría hombres.

La dinámica neoliberal facilita a los más ricos seguir engrosando sus ya vastas fortunas, mientras que cientos de millones de personas luchan diariamente para simplemente sobrevivir. El resultado inevitable es el aumento de la desigualdad y la inseguridad. El reducido grupo de privilegiados que acapara la riqueza mundial es tan inmensamente rico que hasta ellos mismos se avergüenzan y se esconden de la sociedad. Sin embargo, aunque de alguna manera son conscientes de la obscenidad de su riqueza, eso no consigue frenar su afán por acumular cada vez más, mientras el resto se debe conformar con lo que sobra.

La cuantía de las fortunas es muy relevante, porque el patrimonio es imprescindible para la calidad de la vida y el bienestar. Se echa mano de él en caso de necesidad y para acceder a nuevas rentas. Pero eso no es todo. Su carácter hereditario contribuye a perpetuar la desigualdad, a través de generaciones. La tercera parte de la riqueza de los milmillonarios ha sido heredada. En las próximas dos décadas, 500 de los más ricos heredarán a sus descendientes 2,400 millones de dólares. En buena medida, la suerte de los jóvenes depende cada vez más de la renta y de la riqueza de sus antecesores que de su ingenio y sus esfuerzos. Por más que estudien, inventen y trabajen es muy difícil, casi imposible, que puedan aumentar sus ingresos para permitirse el nivel de consumo que los deslumbra, excepto un reducido grupo de privilegiados.

Esta es la cara oculta de la prosperidad. Los discursos hablan mucho de sueños, de emprendedores, de ingenio, etc., pero silencian que el sistema neoliberal solo recompensa a los que ya son ricos. Ninguno de los muchos candidatos salvadoreños habla de esta realidad. La gran empresa agremiada y sus intelectuales acusan con irritación de promover la lucha de clases a quienes traen a cuento esta realidad. En realidad, son ellos quienes han declarado la guerra a los pobres. A veces es una guerra de exterminio. A pesar de ello, conviene hablar de este asunto, porque la desigualdad se ha vuelto estructural. Los beneficios del crecimiento económico inexorablemente van a parar a las manos de quienes ya viven muy regaladamente, lo cual multiplica aún más sus oportunidades para acceder a más dinero y poder.

Estos datos son un argumento sólido para exigir un sistema fiscal menos favorable para los ricos. El país necesita una reforma fiscal que haga que las grandes fortunas contribuyan al bienestar común. El dinero acumulado en cantidades obscenas y la penuria en la que sobrevive la mayoría de la gente así lo exigen. Por muy progresiva que pueda ser esa reforma, la contribución de los millonarios no representará más que una proporción pequeña de su inmensa fortuna. La reforma fiscal debe ser complementada con empleos y salarios dignos para los trabajadores y las trabajadoras, con programas de amplia protección social y con el respeto a los derechos humanos y laborales por parte de las empresas.

Ninguno de los muchos candidatos de estos días habla de la desigualdad estructural ni de su significado para los millonarios y las mayorías condenadas a la pobreza perpetua. Sus promesas pueden parecer atractivas, pero si las llegan a cumplir, sus seguidores no van a mejorar sustancialmente su nivel de vida, porque no van a la raíz de la desigualdad, el principio de todos los males. Una visión de país que no incluye alternativas reales a la desigualdad estructural no cambia a El Salvador. Es más de lo mismo.

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Anónimo
12/02/2018
11:14 am
No negamos la buena vida alcanzada en estos cargos, pero lo importante es perserverar en las ideas que los llevaron al poder y exigir que cumplan sus propuestas de camapaña.
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Anónimo
11/02/2018
18:58 pm
Por otra parte los discursos de que van a favorecer a los pobres solo les sirven para acceder al poder, pero ya instalados, los buenos sueldos, la vida de viajes y buenos viaticos, seguridad y motoristas para toda su familia, las prestaciones, sobresueldos y otras yerbas hacen que las buenas intenciones que llevaban al principio queden en segundo término, porque lo primero es su buena vida a la que han llegado.
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Anónimo
10/02/2018
11:47 am
Todos los comentarios dados tienen algo que vale la pena como por ejemplo que son los EEUU los que tienen la última palabra, o que quien va a ser el valiente que los va a desafiar, o que porque no lanzarse a la política para sustituir a los corruptos actuales, etc. Pero una realidad es que \"pisto llama pisto\" es decir los ricos de siempre son los que están más preparados para hacer negocios que los que quieran entrar al mercado a competir, esa ventaja es la que hace que el problema no tenga una solución fácil o viable al corto plazo.
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Anónimo
07/02/2018
11:34 am
De una o utra manera se debe de iniciar, lo importante es erradicar las ideas que hasta al momento nos detienen a actuar correctamente. No todos los países sostienen la ideología estadounidense, ni mucho menos, su economía depende mayoritariamente de ellos.
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Anónimo
06/02/2018
14:42 pm
De acuerdo con Mónica. Solo que se necesitan personas muy valientes. Con principios y honestidad extremadamente excepcionales. Hay que recordar que se enfrentarán con las mismas fuerzas del mal. Las fuerzas de la muerte que han intentado socavar la vida del pueblo desde hace centurias. La lucha de la vida contra la muerte ha sido el problema radical de nuestro país (Ellacuría). Recordemos que los políticos nefastos que han gobernado tienen detrás de ellos, apoyándoles, al dueño de la finca latinoamericana (USA). También estos corruptos detenta el poder porque los ricos los apoyan, o los toleran. Los ricos son el gran poder detrás de sus tronos. Pero también esos corruptos existen porque el gran imperio del norte así lo asiente y les provee armas y dinero. Pruebas de ello la pueden dar jubilados cercanos al gobierno y al estado mayor, quienes presenciaron cómo nuestros gobiernos han rendido cuentas SIEMPRE al gran país del norte. Así ¿Quién apoyará a los valientes?
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Anónimo
06/02/2018
11:31 am
Es posible cambiar esta realidad, si como pueblo se exigen funcionarios comprometidos con llevar a la agenda pública leyes que busquen la erradicacion de estas brechas. Si no hay candidatos así... Ya es hora que los que si bucamos mejoras a la población salvadoreña nos involucremos en la política.
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Anónimo
05/02/2018
07:53 am
Excelente análisis. La cuestión es ¿Cómo hacemos para revertir esta desigualdad, o por lo menos, para minimizarla?. Se ha hablado mucho sobre el tema, El modelo de gestión de la cosa pública debe ser mas eficiente en cumplir y hacer cumplir las leyes para contener un poco la voracidad del capital y que llegue mas beneficio al trabajador.
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