El exhibicionismo

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Omar Serrano
27/11/2020

Aunque desde la Psicología y la Psiquiatría se aborda el exhibicionismo desde una perspectiva sexual, hay una acepción más extendida que se aplica al comportamiento ordinario. En este sentido, el exhibicionismo es el comportamiento motivado por el placer de llamar la atención y de ser tomado en consideración.

Personas exhibicionistas hay en todas partes, de todas las condiciones y ha habido en todas las épocas, pero cobran más realce las que ocupan cargos públicos importantes. El estar frente a los reflectores constantemente potencia o fortalece la personalidad exhibicionista. Además, en la política salvadoreña actual, parece que el exhibicionismo es una especie de consigna, una suerte de estrategia política comunicacional para granjearse simpatías que se traduzcan en votos en el proceso electoral de febrero próximo. Por supuesto, a los que ya padecen de exhibicionismo, esta estrategia les cae de maravilla y les potencia una tendencia que les es natural. Es decir, en el ejercicio actual de la política tradicional -aunque algunos funcionarios no se identifiquen con ella a pesar de que son dignos representantes- vemos un exhibicionismo provocado, inducido.

De esta suerte y en plena era de la comunicación, parece que ya no es suficiente con asistir a entrevistas, sino que es necesario andar rodeados de periodistas que siguen los pasos de los funcionarios donde quiera que vayan. En este contexto hay que entender las imágenes del Ministro de Defensa posando en una sesión de fotos frente a varios fotógrafos cuyos lentes lo captaron cuando simulaba trabajar con una herramienta. Parece que los políticos de la actualidad han desplazado el “pienso, luego existo” cartesiano, por el “publico, luego existo”.  Hoy parece que a los que tienen algún poder de decisión en la vida nacional, les es indispensable satisfacer su necesidad de elevar la autoestima y llenar vacíos afectivos que ya no son tan profundos sino evidentes. Incluso, el mundo de las redes sociales se ha convertido en un escaparate para hacer realidad sus sueños de ser una especie de superhéroes. Y al exhibicionista, el ego se le infla cuando aparecen, en cuestión de segundos, los “likes”en Twitter, y no se diga cuando sus imágenes se convierten en trending topic, aunque detrás de todo esto estén troles pagados por hacer precisamente eso.

Es cierto que los políticos deben dar a conocer lo que hacen para que la ciudadanía lo sepa, pero eso no debería incluir esperar a que lleguen las cámaras para llenarse de lodo la cara o para dar un abrazo aparentemente de respaldo. Difícil es olvidar que, a principios de junio, un equipo de la Presidencia instaló el podio presidencial en el lugar donde se realizaban las labores de rescate de siete personas que murieron soterradas por un deslave en una colonia del municipio de Santo Tomas. Esto fue el mejor ejemplo de cómo la política de hoy, como la de ayer, juega y se aprovecha del sufrimiento de la gente. Al exhibicionista no le importan los demás. 

Los políticos utilizan a los medios para promoverse, tanto a los medios complacientes que les siguen el juego publicando como noticia lo que es publicidad, como a sus propios medios como órganos de propaganda. Los políticos y sus asesores saben muy bien que la mente humana acepta y recuerda con más facilidad las sensaciones visuales que las palabras. El cerebro de las personas receptoras de la información procesan antes lo que ven que lo que escuchan. Asimilan mejor el contenido de una fotografía o de un video que un conjunto de fonemas. Y no solo es que el cerebro las capte mejor, sino que da más veracidad a una imagen que a una explicación. Aquello de que “una imagen vale más que mil palabras” está siendo sobreexplotado por los políticos actuales aunque esas imágenes y esas palabras, si las hay, no tienen nada que ver con la realidad. De esta manera, los políticos venden cercanía donde siempre hay lejanía, venden mentira como que fuera verdad, compasión cuando hay interés, preocupación por el otro cuando solo hay una estrategia electorera. Qué casualidad que cuando el ahora exministro de Gobernación y candidato a alcalde de San Salvador, Mario Durán, ayudaba a una persona en el deslave de Nejapa el pasado 29 de octubre, un periodista de su escolta le tomó una fotografía en primer plano, lodo en la cara incluido, para difundirla por las redes sociales.  En los sueños de los exhibicionistas está su figura misma y en la de los políticos, las próximas elecciones. Sus motivaciones altruistas empiezan y finalizan en eso.

Estos políticos que se están acostumbrando a envalentonarse ante las cámaras e insultan a quienes los cuestionan y descalifican con dichos chocarreros sus argumentos, quieren sustituir la ausencia de experiencia, de conocimiento y de inteligencia, con comportamientos que impacten en las percepciones de la gente. En realidad son personas que no han madurado ni desarrollado capacidades sociopolíticas y quieren llenar esas deficiencias de otras maneras. Estos políticos son capaces, como ya vimos, de sacar en los medios hasta el más pequeño signo que le granjee votos,  pero son incapaces de rendir cuentas sobre cómo invierten millonarias cantidades de dinero público. Algunos de ellos, que han sido cuestionados, pareciera que también son creyentes de la frase “el político pobre es un pobre político”, de tal manera que para ser exitoso, deben también disponer de muchos recursos.

Como dijimos arriba, exhibicionistas hay en todas partes y en todo tiempo. El problema hoy es que los exhibicionistas políticos se están multiplicando a partir de una estrategia electoral y preocupa que son ellos los que toman las decisiones por el país. En periodos electorales el exhibicionismo se exacerba. Por eso, es saludable que la población no crea todo lo que se ve ni todo lo que se dice. Lo ideal sería exigir datos, trayectoria, testimonio. Pero esto, aunque debería ser el tamiz para medir las candidaturas, parece ser la excepción cuando la imagen y lo que proyecta son los  factores decisivos a la hora de votar.


* Omar Serrano, vicerrector de Proyección Social. Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 24.

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