Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo,
pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo.
Abraham Lincoln
Para ganar una contienda electoral, los equipos de campaña diseñan las estrategias de comunicación y marketing político que consideran más eficaces. Entre las opciones que evalúan está la implementación de las campañas negativas y sucias. Algunos autores consideran sinónimos estos dos tipos de campaña, incluso también se han llegado a denominar “negras”. Hay quienes las defienden justificando que, en una batalla electoral, “el fin justifica los medios”. Otras personas sostienen que son válidas las campañas negativas, pero no las sucias. Aquí se considerarán ambos conceptos como sinónimos. Crespo y otros (2016: 57) definen como campaña negativa a “(…) aquella que persigue crear en los electores sentimientos negativos hacia la candidatura contraria. Su propósito principal es reducir las adhesiones hacia el partido o candidato atacado y subsidiariamente reforzar las simpatías hacia el candidato o partido propio”. Para lograr sus propósitos, en estos tipos de campaña se utilizan diversas tácticas que de éticas, honestas y transparentes tienen poco.
En El Salvador, lastimosamente cada vez evidenciamos más estos tipos de campañas, a pesar de que en el Código Electoral se establecen sanciones económicas para los partidos políticos y medios de comunicación que las difundan y del montaje de escenas de firma de “pactos de no agresión” entre los candidatos para comprometerse a implementar campañas de altura. No debemos perder de vista, que las campañas negativas y sucias generan ambientes poco propicios para la tolerancia y el diálogo.
En épocas de espectacularización de la política, mediatización de las campañas y debilitamientos ideológicos de los partidos políticos, no es extraño que el entretenimiento y las emociones logren una mayor preferencia en las campañas políticas que los mensajes cargados de contenido y con respeto al adversario. En estos contextos, algunos estrategas justifican la realización de campañas negativas porque las consideran más efectivas y “menos aburridas”, al entretener a los ciudadanos con los ataques y contraataques que se generan. En un artículo titulado “¿Por qué hay campañas negras? Porque a los votantes les encantan”, de la versión electrónica de la Revista Forbes de México, Margarita Vega cita al director de la encuestadora Parametría, Francisco Abundis, quien sostiene que “Las evidencias apuntan a que este tipo de campañas suelen ser muy efectivas, precisamente porque despiertan el interés del electorado. “No hay forma de que no generen interés. El público no registra si son buenas o son malas” (publicado el 24 de mayo, 2017, en https://www.forbes.com.mx).
Aunque algunas personas consideren “entretenidas” este tipo de campaña, cada vez la ciudadanía debe analizarlas críticamente, porque no nos favorecen como sociedad. Fácilmente se les puede cuestionar su ausencia de ética, de honestidad y transparencia, cuando se observan tácticas desleales como: desinformación, apelación al miedo, calumnia, desprestigio al adversario, encuestas amañadas, destrucción de propaganda, espionaje, intimidación del electorado, amenazas y agresiones. Aunque resulte utópico, como ciudadanos responsables y comprometidos con el bienestar de nuestra sociedad, no debemos “acostumbrarnos” a estos tipos de campañas y debemos denunciarlas. Merecemos campañas políticas de altura, porque como en muchos ámbitos de la vida, también en campañas políticas “el fin no siempre justifica los medios”.
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Crespo, I., D´Adamo, O., García Beaudoux, V. y Mora, A. (2016) Diccionario Enciclopédico de Comunicación Política. 2ª. Edición revisada. Madrid: CEPC.