Hacia una cultura de la solidaridad

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El Salvador necesita solidaridad. El sistema de pensiones no es solidario. El acceso al agua potable tampoco, salvo en los lugares donde las mismas comunidades lo administran. Ni el sistema de salud o el educativo son verdaderamente solidarios. Mucho menos los empresarios que defienden salarios mínimos indecentes con el cuento de que más vale una mala paga que no tener trabajo. El sistema económico nacional está construido más sobre el sálvese quien pueda que sobre valores comunitarios. Mientras el pueblo salvadoreño lucha por ser solidario, por mantener lazos de amistad y ayuda, incluso desde la pobreza de los migrantes, se sigue impulsando y favoreciendo una economía que aumenta diferencias y desigualdades sociales.

“Progreso”, “autosuperación”, “ser jefe y no empleado” y “liderazgo” son como palabras mágicas que se repiten creando la fantasía de que creyendo en ellas se puede llegar a tener poder, riqueza o fama. El discurso empresarial de nuestro tiempo, con Trump a la cabeza, es hoy el nuevo opio del pueblo. Un opio mucho más peligroso que cualquiera de los del pasado, porque promete el éxito a quienes tengan una competitividad agresiva, sin miramientos, individualista al cien por ciento, pasando por encima de cualquiera y traicionando cualquier sentimiento humano que frene la carrera ascendente. Carlos Fuentes, el gran escritor mexicano, describía espléndidamente esa búsqueda insaciable de éxito en su novela La muerte de Artemio Cruz. Pero los admiradores del poder y del dinero no aprenden con la literatura que nos muestra el vacío de una vida construida sobre el afán de dominar a otros. Solo la ambición y la codicia les parece fuente de futuro.

A pesar de que los grandes periódicos y medios de comunicación apoyan esa fanfarria del éxito individual, los valores de solidaridad no descienden en nuestro pueblo. Aún no dan plenamente el salto a lo político, pero se mantienen vivos. Tal vez por eso los grandes periódicos estén perdiendo lectores rápidamente en favor de la información que se produce en las redes. Con su imaginación y fantasía, nuestro pueblo crea comunidades en torno al agua, produce a través de trabajos cuyo fruto se emplea en el desarrollo comunitario, tiene moneda propia en algunas experiencias de economía solidaria, a través de Arpas crea radios comunitarias que hablan de los problemas locales, y desarrolla lazos intensos entre cantones y caseríos. Incluso a la hora de manejar el conflicto, tan duro en algunos lugares, nuestra gente encuentra modos pacíficos y pacificadores para salir del mismo. A pesar de la insistente propaganda, a pesar de que los rostros de los millonarios y sus cancerberos son los que aparecen con mayor frecuencia en los grandes medios, el pueblo salvadoreño continúa con otras dinámicas.

En realidad, los únicos que llevan al extremo ese afán de poder individual y enriquecimiento muchas veces ilícito son los delincuentes. Para muchos de ellos, no hay vida que valga si se opone a sus deseos. Es el ejemplo que ven en otros, a veces presentados como prohombres, a los que no les importa la dignidad y los derechos de los pobres con tal de que a ellos les vaya bien. Son relativamente pocos los que confunden el ser con el tener, pero son probablemente los que mantienen a El Salvador en una situación que desde hace mucho tiempo es triste, a pesar de los avances que se han dado desde después de la guerra civil. Los que confunden el ser con el tener acaparando riqueza a través de medios presuntamente legales, o desde el robo, la extorsión y la corrupción son dos especies mucho más conectadas de lo que el pensamiento políticamente correcto quiere darnos a entender. La mayoría desea una sociedad más solidaria y justa, trata de vivirla desde el cuidado de sus familias y de sus valores, desde sus iglesias y desde su propia honestidad. Pero los maestros de la propaganda siguen sembrando otra visión de la vida, centrada en el individualismo y en lo que un sociólogo francés llama “turboconsumismo”.

El Salvador tiene ejemplos de solidaridad intensos. Desde los mártires, que arriesgaron sus vidas y las dieron para que otros dejáramos de vivir en guerra y en abusos de poder, hasta tanta gente sencilla que cuida, ama y multiplica esfuerzos en favor de que otros caminen y avancen en la vida. Es esta corriente solidaria la más intensa, la que va forzando a que se den pequeños pasos, la que habita fuera de las colonias amuralladas, cercadas y alambradas, la que camina todos los días al trabajo, más allá de los atascos, el mal servicio de transporte o incluso los salarios indecentes. Hay esperanza para El Salvador, pero hay que seguir insistiendo en la palabra “solidaridad”. Desenmascarar a los charlatanes que prometen soluciones automáticas desde el mercado y desde la pura y dura libertad de empresa es necesario. Si hay cambios en el país, estos solo vendrán desde una sociedad cada vez más enraizada en y consciente de sus verdaderos valores, solidarios, generosos y empeñados en universalizar derechos básicos.

Para construir un país a todas luces distinto del que hoy sufrimos, con graves desigualdades salariales, de acceso al agua, a la educación o a la salud, escuchar a los pobres es más necesario que oír a los millonarios. Demasiadas veces se nos ha dicho desde la religión que Dios está en el rostro de los pobres. Pero las gafas oscuras del mercado y del dinero se empeñan, incluso con brutalidad si lo consideran necesario, en no mirarlos. Solo la solidaridad nos abrirá puertas al futuro. Solidaridad y lucha de los solidarios, porque, como decía Ellacuría, “ante la injusticia legalizada no cabe sino una impaciente exigencia y una incansable lucha”.

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Anónimo
12/07/2017
09:50 am
Me gusta que la UCA tome más iniciativa en presentar soluciones a los problemas del país y apoyar movimientos que favorezcan al pueblo, a las comunidades; solidaridad, justicia y empatía deben ser la tónica. Todos valemos igual, incluso igual que aquellos que por cuestiones de la vida han podido estudiar más, son directores de empresas o poseen más capital..
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Anónimo
11/07/2017
15:42 pm
En esta sociedad en donde todos los valores y el Respeto se a perdido lo ideal seria que el pueblo tuviera mas participacion en salir a protestar por los derechos de todos ..Ejemplo ..el tema del Agua .este elemento es esencial y es el patrimonio ,que Dios nos dejo..hagamosles saber a estos señores Diputados y a aquellos,que estan a punto de ser Candidatos a algun puesto que vean las necesidades del pueblo y las del pais y no de la cupula de partidos ..Gracias y nos vemos en las Urnas--
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