La frase con la que se titula esta reflexión ha sido utilizada por distintos movimientos sociales, en especial, por movimientos indígenas y afrodecendientes a lo largo del continente latinoamericano. La usó Estela Hernández en un acto en donde el Estado Mexicano se disculpó y reconoció que había encarcelado injustamente a su madre, señalándole delitos de narcotráfico que no había cometido. La usaron los chilenos en las canciones de resistencia contra la dictadura. La utilizó Francia Márquez, la vicepresidenta afrocolombiana durante su campaña.
En una sociedad como la salvadoreña, en el cierre de este 2022 es una buena manera de desear felices fiestas y una vida mejor. Hasta que la dignidad se haga costumbre. Porque por ahora, la dignidad no es costumbre sino privilegio. Algunos tienen el privilegio de migrar dignamente, gracias a sus ingresos y su posición social, mientras que otros no. Algunos, tienen el privilegio de gozar de su libertad, mientras que otros sufren detenciones y son de nuevo criminalizados por el delito de “portación de cara” como señaló alguna vez la antropóloga mexicana Rossana Reguillo, o si lo queremos poner desde el famoso palimsesto de Roque Dalton: “en esta cárcel maldita, donde reina la tristeza, no se castiga el delito, se castiga la pobreza”.
Las persecuciones y las violencias que antes venían de las pandillas, hoy pueden venir del ejército o la policía. Y las víctimas en El Salvador siguen siendo quienes están por debajo del umbral de la pobreza. “Human Rights Watch y Cristosal obtuvieron evidencias sobre más de 1.100 casos de detenciones arbitrarias perpetradas durante el régimen de excepción y documentaron en detalle 130 de esos casos, incluidos 12 que constituyen desapariciones forzadas de corta duración”. En El Salvador si usted es hombre, joven y pobre, la posibilidad de una vida digna, de un trato amable, es casi imposible.
El gobierno celebra con el cierre de año la posibilidad de ejecutar una reforma de pensiones, sin embargo, tres de cada cuatro salvadoreños no tendrán nunca acceso a una pensión, son parte de la inmensa mayoría de personas que trabaja en el sector informal, sin ningún tipo de seguridad social, por fuera del sistema. Para ellos, la dignidad de la vejez no existe.
También ha señalado el gobierno que durante el 2022 hemos salido del top ten de países con mayor migración hacia Estados Unidos. Esto se explica muy fácilmente. Primero, nuestra migración se diversifica y gracias a nuestra experiencia migrante de larguísimos años, es mucho menos rastreable, es decir, más exitosa. Segundo, países con regímenes mucho más totalitarios están migrando más hacia el norte, mientras que nuestros números que se mantienen. El estallido de movilidad, huida y exilio de Nicaragua y Venezuela están alcanzando proporciones de catástrofe. Sin embargo, en la última encuesta del IUDOP se nos muestra que 44.3% de la población “está pensando seriamente en migrar”. Para el gobierno de El Salvador, la migración es más un problema que debemos evitar que un derecho al que podemos aspirar. Es por ello que lo único que tenemos son programas que buscan detener la migración, repatriar los cuerpos de nuestros migrantes asesinados por un camino inhóspito o incentivar para que las personas que son deportadas puedan volver a sus lugares de origen. Nada que complejice el problema y le devuelva la dignidad a quienes, desde tierras lejanas, mantienen a flote la economía, con sus remesas llenitas de amor y sueños.
A muchos se nos olvida que migrar con visa y entrar o salir del territorio sin sufrir persecución es un privilegio que la gran mayoría de nuestros migrantes no tiene. Y mientras algunos están pensando su banquete para las fiestas de fin de año, el último informe de nuestro Departamento de Economía, muestra la crisis alimentaria que afecta sobre todo a las mujeres rurales. Nada demasiado novedoso. Pero en algunos lugares de nuestro territorio nacional, los niveles de desigualdad son escandalosos.
Nuestro maestro de economistas, Francisco Javier Ibisatem S.J., nos decía hace algunos años que en El Salvador “lo más escandaloso no es el salario mínimo, sino el salario máximo”. Mientras seamos una sociedad en donde algunos piensan que lo merecen todo y otros sean completamente invisiblizados será muy difícil desterrar por completo las violencias. Será imposible que la vida digna sea un derecho para todos. Por eso, en el cierre de este 2022 que contabiliza ya nueve meses de un régimen de excepción que nos ha despojado de distintas garantías y libertades, mientras el costo de la vida sigue subiendo, mientras hay jóvenes y niños cruzando la frontera de nuestro país en busca de una mejor vida queremos dejar como regalo esta consigna, que es al mismo tiempo una esperanza y un compromiso desde la UCA: sigamos construyendo puentes, redes, sigamos creyendo los unos en los otros, salvándonos… hasta que la dignidad -en verdad- se haga costumbre.
* Artículo publicado el boletín Proceso N.° 115.