La pelota está en la cancha del presidente

8
Proceso
04/03/2021

En el fútbol es normal que lo más importante después de un encuentro sea el resultado. Después del partido, poco o nada se habla de las condiciones en la que llegaron los equipos a la competencia. Los aficionados recuerdan cómo quedaron y nada más. Algo parecido sucede cuando hay elecciones. Los ojos se fijan en el resultado electoral, sin reparar en las condiciones que los propiciaron. Hay que dejar anotado aunque sea en una esquina de la historia de estas elecciones, que las precedió una campaña absolutamente desigual e ilegal. El desequilibrio entre la campaña del partido del presidente y del resto de partidos fue mayúsculo; no solo por la desproporción entre la publicidad de Nuevas Ideas y los demás, sino por el uso y abuso de los recursos del Estado y la participación descarada de los funcionarios y el protagonismo del presidente incluso el mismo día de las elecciones. La ley fue papel mojado para el gobierno.

Dejando sentado lo anterior, los resultados son claros y contundentes. El presidente logró lo que quería. Tiene servida la mesa para tener la hegemonía sobre los tres poderes del Estado y de las principales instituciones de control del país. Por otro lado, los señalamientos de ignorancia para la mayoría del pueblo que decidió darle el poder total al presidente reflejan, además de la carencia de autocrítica, la incapacidad para entender el mensaje que la población envía con este resultado. Pretender hacer que se defienda una democracia que nunca ha resuelto los problemas de subsistencia de tres cuartas partes de la gente, pensar que a estos sectores les va interesar más defender un régimen de libertades políticas cuando viven sitiados todos los días por la violencia criminal en sus comunidades, aspirar a que la gente defienda el Estado de Derecho cuando el derecho más violentado es el del trabajo y el de la vida, es no haber entendido bien el sentir de los sectores populares del país. El Salvador, desde la misma independencia, nunca ha tenido un proyecto de país para beneficio de todo su pueblo. Siempre nos han gobernado en nombre de cúpulas que se han servido del Estado para favorecer sus intereses y han producido pobreza y exclusión social. La factura que vienen pagando desde hace algunos años Arena y el FMLN es por su incapacidad y falta de voluntad para resolver los graves problemas que afectan a la mayoría de la población y porque fueron absorbidos por la dinámica del poder que corrompe. La población que dio el voto a Nuevas Ideas en realidad votó por el presidente y el mensaje que hay que captar es que le dan todo el poder a él porque tienen la esperanza que este gobierno se pondrá en camino de resolver los graves problemas estructurales que siempre fueron postergados por los políticos. No es un cheque en blanco para que el gobierno haga lo que quiera. La población espera cambios reales, esos que han sido prometidos antes y no llegaron. Las elecciones dejan al país ante una disyuntiva, porque el poder se puede usar para el bien o para el mal, se puede entender como un servicio o como una imposición.

La pelota ahora está del lado del presidente. Ya no tendrá excusa para argumentar que no lo dejan gobernar. Nunca nadie tuvo todo el poder para hacer los cambios que prometió en su campaña. Bukele dejará ver en el futuro cercano para qué quería el poder total. Este poder puede servir para profundizar la corrupción, para seguir ocultando información sobre el manejo de los recursos, para reprimir la libertad de expresión, para imponer la voluntad propia sin escuchar a los demás, aunque sean minoría. El poder puede envilecer y generar soberbia y usarse para pisotear al que se considera contrario. En fin, puede abusarse del poder para aferrarse a él y para instaurar una dictadura.

Pero también el poder puede usarse para ponerlo al servicio de los demás, especialmente de los más necesitados, o para entablar el diálogo con los otros actores, tan necesario como ausente todo este tiempo. El poder puede usarse para organizar la economía y la sociedad de una manera más justa y equitativa, en la que la mayoría de la población tenga trabajo, acceso a una educación de calidad y a un sistema de salud eficiente. El poder puede usarse para garantizar que la libertad de expresión y de organización sean una realidad. En fin el poder total del que dispondrá el presidente puede usarse para profundizar la democracia y hacer o por lo menos iniciar las transformaciones esperadas por tanto tiempo. Este segundo sentido del uso del poder es el que la gente entendió en las recientes elecciones. Hasta ahora el gobierno ha actuado más en el primer sentido pero el triunfo electoral es la ocasión para mostrar realmente un rostro diferente. El gobierno tendrá la inmejorable oportunidad de demostrar que en el centro de su quehacer estará el pueblo pobre y necesitado. Esta es la disyuntiva. O se transforma el país para gozar de un “estado de bienestar” generalizado lo que incluye las libertades políticas y democráticas; o caminamos hacia un gobierno que impondrá por la fuerza y la manipulación mediática, un proyecto dictatorial donde se le rinda pleitesía al mandatario. La primera opción habrá que apoyarla y celebrarla, la segunda, denunciarla y resistirla.


* Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 35.

Lo más visitado

TEMA(S):

0