Ni reforma ni revolución: 10 años de Gobiernos del FMLN

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Armando Álvarez
25/02/2019

En su libro Reforma o revolución, Rosa Luxemburgo discute con Eduard Bernstein sobre el papel de las reformas en la construcción de una nueva sociedad. Para Luxemburgo “el camino ha de ser la lucha por la reforma, y la revolución social, el fin”. Bernstein, por su parte, consideraba que las reformas eran el fin por sí mismas. Esta discusión se volvió importante para el FMLN con la firma de los Acuerdos de Paz, cuando dejó la lucha armada como medio para alcanzar la revolución y se convirtió en partido político. De esta forma, el FMLN buscaba “la revolución democrática de orientación socialista” a través de las elecciones; estas debían ser un simple medio para las reformas, y las reformas, un medio para la revolución.

Después de 10 años de Gobiernos del FMLN es posible afirmar que no hubo ni reforma ni revolución. Las elecciones se convirtieron en el fin, las reformas en su medio y la revolución en una pantomima digna de un discurso de Daniel Ortega. El pragmatismo electorero en las decisiones de políticas públicas se dio en temáticas tan delicadas como la seguridad y las pensiones. En seguridad, el Gobierno de Funes realizó la “tregua”, que buscó reducir los niveles de homicidios de manera poco transparente, pero sin realizar modificaciones significativas a la exclusión que alimenta el fenómeno de las pandillas. En cuanto a las pensiones, el FMLN aprovechó la complejidad de la temática para presentar la reforma de 2017 como un triunfo de la clase trabajadora, pero realmente implicó la aprobación casi intacta de la propuesta de las AFP, no mejoró la cobertura del sistema y comprometió aún más las ya bajas tasas de reemplazo.

Por otro lado, el partido de izquierda no solo fue incapaz de cambiar el modelo económico neoliberal impulsado por Arena (una tarea ciertamente difícil y que no se hace por decreto ejecutivo), sino que lo profundizó en algunas áreas. Por ejemplo, suscribió nuevos tratados de libre comercio, aprobó la ley de asocios público-privados y recientemente ha impulsado las zonas económicas especiales, que suponen eximir de impuestos a los capitales. Lejos de reconocer sus errores, la cúpula del partido se negó a escuchar las críticas y a abrir debate con otros sectores de la izquierda.

Pero lo que más dañó al partido fueron los escándalos de corrupción, que nunca se preocupó por aclarar, así como la defensa que hizo de los presuntamente corruptos. De funcionarios de un partido de izquierda se esperaría que fortalezcan la imagen de lo público, no que aprovechen sus posiciones para lucro privado. En palabras de Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia: "Lo que un revolucionario tiene en la vida es su integridad moral [...]. Si en algún momento el revolucionario hipoteca su integridad moral en la lógica estatal de la prebenda y los recursos públicos para fines privados, esa es una peor derrota que perder elecciones […] porque [recuperarse] de la derrota moral […] les va a costar décadas”. La corrupción es un lastre para cualquier sociedad, pero se agrava en un país donde las personas huyen diariamente con la finalidad de sobrevivir, donde las escuelas públicas no cuentan con la infraestructura adecuada, donde la mayoría de adultos mayores no cuentan con una pensión.

Por supuesto, lo anterior no implica que no hayan existido avances en relación a las administraciones de Arena, pero el partido de derecha dejó tan baja la vara que hubiera sido el colmo no superarla. Tampoco implica que no haya dentro del FMLN personas comprometidas con las transformaciones sociales. Son ellas las que deben alzar su voz en este momento y exigir espacios reales de renovación que vayan más allá del cambio de nombres en la Comisión Política. Más aún, quienes nos consideramos de izquierda y buscamos la transformación social no debemos esperar a que el partido se reestructure. El FMLN, si se transforma, debe ser un instrumento más de lucha para el cambio. Debemos reflexionar en qué hemos fallado. La academia, por ejemplo, ha sido incapaz de presentar una propuesta de modelo económico alternativo y de articularse, salvo en temáticas puntuales, con los movimientos sociales. El FMLN saldrá del Ejecutivo, pero la lucha de la izquierda debe continuar. En palabras de García Linera: “¿Qué nos queda a futuro? Luchar, siempre hemos luchado. A la izquierda nunca le ha caído nada del cielo (…). Pero mientras haya injusticia y mientras haya desigualdad en el continente, la izquierda tiene porvenir”.

*Armando Álvarez, docente del Departamento de Economía.

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