Pobres contra pobres

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Rodolfo Cardenal
21/09/2017

Las declaraciones de algunos de los policías acusados de homicidio agravado por los hechos ocurridos en la noche del 25 al 26 de marzo de 2015, en la finca San Blas, contienen afirmaciones que arrojan luz sobre una dimensión desatendida de la guerra social. Al final de los procedimientos, el juez invitó a los acusados a tomar la palabra. Algunos de ellos aprovecharon la oportunidad para justificarse, en un intento desesperado por librarse de la posible condena. Sus palabras, aunque pueden estar contaminadas por las indicaciones de sus abogados, dejan entrever su manera de pensar y de sentir respecto a una guerra de la cual son protagonistas involuntarios.

Los policías enfatizan, a modo de defensa, pero también de reclamo: “Las autoridades hacen poco por nuestros compañeros que están muriendo […] Nos están asesinando”. Mientras que a los agentes les pagan poco y hacen poco para protegerlos. Pese a eso, dicen ir allí a donde los mandan, poniendo en riesgo sus vidas. “¡No importa al lugar que nos manden! ¡No importa las carencias en el equipo!”. De alguna manera, son conscientes de que los envían a pelear una guerra cruel y sangrienta sin los medios adecuados. Tampoco protegen a sus familiares, también víctimas de la irracionalidad de la guerra. Una evidencia más de que el Gobierno ni siquiera puede controlar el territorio donde residen los familiares de sus agentes, y es muy difícil que pueda controlarlo con unos vehículos militares no aptos para contener la violencia social. Ninguna guerra se puede ganar sin los medios adecuados para derrotar al enemigo. De aquí que los acusados soliciten al juez que tenga consideración por el trabajo que desempeñan: “No es fácil. Nosotros la vida la andamos vendida por muy poco dinero. Y sin embargo, cumplimos nuestra misión. […] nosotros estamos ya dispuestos a salir y cumplir […] y no regresar”.

Según estas voces, la responsabilidad recae en quienes los envían a esas misiones, sin el equipamiento apropiado, pero contagiados del discurso guerrerista. Los acusados afirman que cumplen misiones “velando por el respeto a los derechos de las personas”. Pero al parecer no les han aclarado que esos derechos no se pueden defender con la ejecución sumaria de los presuntos delincuentes. Las órdenes contrarias a la ley no deben ser obedecidas, tal como lo establece con claridad la sentencia que abole la ley de amnistía. A juzgar por su conducta, los agentes gubernamentales desconocen los principios básicos de la acción policial. Por eso, los responsables últimos son los encargados de su formación y de supervisar sus actuaciones, y sobre todo, los que les inculcan la avidez de venganza y aniquilación.

La denuncia de la prensa y el tímido esfuerzo de la justicia han situado a estos agentes ante la posibilidad de perder su libertad. Lamentan encontrarse acusados “sin pruebas concretas” que los vinculen directamente con los asesinatos. Centenares de salvadoreños, capturados y denigrados por ellos, se encuentran en una situación similar. Tal vez no les falte razón, porque la ineptitud fiscal pone en la calle tanto a inocentes como a criminales.

Los policías también deploran encontrarse “frente a personas que acusan […] sin saber […] lo que pasa en el terreno”. Solo ellos saben lo que es salir a luchar contra un enemigo evasivo y brutal. Además de enviarlos sin equipo, los mandan sin entrenamiento para manejar situaciones confusas y de gran tensión. Tal vez porque a sus jefes solo les interesa que destruyan y aniquilen, tal como lo expresó en un desliz el máximo responsable de la formación de los policías. El terror es un arma eficaz para controlar poblaciones rebeldes. En este sentido, el despliegue del equipo militar no es más que una operación psicológica, cuya eficacia depende del miedo que infunda. La seguridad que pueda inspirar desaparecerá en cuanto se muestre incapaz de contener la violencia.

Además de arriesgar la vida, los policías acusados se encuentran, inesperadamente, con que pueden acabar en la cárcel: “Tengo que decir que es bien difícil pasar por estos casos”. Ante esa posibilidad, recuerdan que dejan “una familia sufriendo” y que detrás de ellos “hay hijos, hay esposas”. Uno de ellos dice ser “padre de cuatro hijos”. Otro: “Mi familia […] depende económicamente de mi salario. Tengo una hija con discapacidad […] Es mi hija mayor”. La tragedia familiar intenta conmover al juez para que, dejando de lado el código penal, sentencie favorablemente. Pero también denuncia el abandono y el sufrimiento de las esposas y los hijos de las víctimas de sus desmanes represivos. También ellas quedan sometidas a la miseria y la pobreza.

Son pobres contra pobres. Unos son enviados a luchar sin medios por jefes con las espaldas bien resguardadas para proteger a unos pocos que disfrutan del despojo de muchos. Los otros toman las armas para arrebatar la vida digna que la avaricia de una élite les niega. ¿Qué sentido puede tener continuar con esta guerra?

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Anónimo
28/09/2017
22:25 pm
Y no es cierto que la gente pide sangre , lamentablemente, no deberia ser asi, pero es lo que toca, ellos se lo buscaron y hay que pararlos ya , ya se reproducieron ahora les toca terminar el ciclo y que no sigan , extripacion y nada mas para este flagelo que daña a la gente humilde los amedrenta los tiene sometidos, y molestando pobres, pero tampoco debera fregar ricos, no se vale , matan motoristas, queman buses, panaderos, vende diarios,taxistas. Ya basta de matar gente pobre trabajadora honesta. El salvador necesita paz tranquilidad , soportemos la tormenta Dios los guarde y eliminemos la cizaña (trigo y la cizaña) Y después vamos por esas fuerzas oscuras que manejan todo esto. saludos de un emigrante
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Anónimo
25/09/2017
14:06 pm
Mientras unos lamentamos que hayan sido dejados libres los policías que ejecutaron a jóvenes violando las leyes, otros, a lo mejor en busca de votos, celebran su liberación. Es el caso del diputado Gallegos, presidente de la Asamblea Legisletiva, quien manifestó a un periódico digital que está contento porque fueron liberados, agregando que al final se hizo justicia, porque esta acción sube la moral a la policía. Este mismo diputado, en otra oportunidad se había manifestado en defensa de los policías que habían sido acusados por pertenecer a grupos de exterminio. No acostumbro mencionar nombres en mis constantes opiniones en Noticias UCA, pero hay casos como este en los que debemos denunciar hasta dónde llega el oportunismo de un servidor público, quien a sabiendas de que la población pide el asesinato de los pandilleros, se aprovecha de esto para ganar votos, en la pretensión de \"solidarizarse\" con lo que la gente quiere. Ese discurso busca sangre por votos.
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Anónimo
22/09/2017
10:24 am
que sugiere Ud para terminar con las maras?
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Anónimo
21/09/2017
16:57 pm
...\"Los otros toman las armas para arrebatar la vida digna que la avaricia de una élite les niega\"... Los avaros de la elites tienen la culpa?, hasta los nuevos elitistas?, los que firmaron la paz sin saber el moustro que se levantaria, mientras sigan comiendo a dos tetas, les importa poco.Los nuevos burgueses. En el fondo son inocentes-los police- porque no estan preparados y no tienen otra opcion.los mandan a operar sin preparacion para enfrentarse a los pobres que estan oprimidos y buscan el camino del mal, parece que los justifica,aunque no del todo.La elite es la culpable. Señor juez pongase en sus zapatos y ahora que vaya a dormir, a descansar, tenga dolor de pecho y la consiencia tranquila, pero pongase en sus situaciones.
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