La elección del Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos está muy próxima. Y hay que tomarla en serio, pues existe una tendencia a rebajar la calidad de la Procuraduría cuando esta cumple con su función. Así pasó después del excelente período de Victoria de Avilés, cuando se eligió a un personaje corrupto para deshacer el buen camino de la institución, y al que la misma Asamblea tuvo que destituir. Aunque nunca se repitió un descalabro del mismo calibre, lo cierto es que cuando un Procurador lo hace bien y concluye su período, se desata un esfuerzo en la Asamblea Legislativa por elegir un sustituto gris, mediocre o inadecuado. Por eso es importante que la opinión pública insista en los rasgos indispensables para el nuevo Procurador o Procuradora. Sirvan estas líneas para esbozar algunos de ellos.
Necesitamos un Procurador ágil en y para la comunicación. En este mundo de redes sociales, la Procuraduría debe estar lista para la información inmediata y para proveer mensajes directos impregnados de los valores que soportan los derechos humanos. Una Procuraduría lenta en las respuestas y en la comunicación no sería adecuada para nuestro tiempo. El titular de la institución protectora debe ser al mismo tiempo exigente y dialogante. Además, una Procuraduría mal dotada en un país en el que no se respetan los derechos humanos no contribuye a que crezca la confianza en las instituciones.
Generalmente, las organizaciones de derechos humanos tendemos a decir que la institución que más los viola es la PNC. Pero eso no es cierto. La Policía tiene problemas de trato autoritario o violento, y de abuso de la fuerza. Sin embargo, los derechos económicos y sociales, que atañen a toda la población, son violados con frecuencia por el poder ejecutivo y el legislativo. En el caso de la justicia transicional o del agua, temas que afectan a toda la gente y a derechos básicos, la Asamblea no entiende nada. Incluso por extensión podemos decir que hay sectores empresariales que impiden el desarrollo de múltiples derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. El Procurador o Procuradora debe tener la capacidad, apoyado por sus adjuntos, de enfrentar a todos los sectores que violen derechos. Es necesario que tenga un talante dialogante, sí, pero debe ser firme y enérgico siempre que se requiera.
La Fiscalía y la judicatura también violan derechos del ciudadano. Y sus funcionarios suelen pensar que su conocimiento y aplicación de las leyes les dan inmunidad y los convierten en los máximos sabedores y administradores de los derechos humanos. Falso. Hay modos injustos de aplicar leyes. Baste con mencionar el irrespeto sistemático de la presunción de inocencia (derecho tanto humano como constitucional) por parte de las dos instituciones mencionadas. El Procurador debe tener la capacidad de enfrentarse con esta tradición del sistema judicial de irrespetar a las personas. En otras palabras, debe ser un excelente conocedor de la doctrina de los derechos humanos y no tener miedo de corregir a los administradores de justicia ni de comentar o impulsar medidas y reformas legales a partir de sus conocimientos.
La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos en ocasiones ha jugado un papel brillante; en otras, ha sido manoseada hasta quedar en una cierta inoperancia o llegar a un verdadero descalabro. En El Salvador, tenemos cada día más conciencia de los derechos de la persona. Reforzar la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, el Instituto de Acceso a la Información Pública y la Procuraduría General de la República es una necesidad cada vez más urgente. La elección de un Procurador o Procuradora conocedor, valiente e incluso beligerante en la defensa de los derechos de los salvadoreños es parte imprescindible de ese refuerzo.
* José María Tojeira, director del Idhuca.