El anuncio del arzobispo Vincenzo Paglia, presidente del Consejo Pontificio de la Familia, sobre el desbloqueo de la causa de monseñor Romero con miras a su canonización, ha sido recibido con alegría y esperanza por la mayoría del pueblo salvadoreño. Sin duda, hay personas o sectores en el país a quienes este anuncio no les agrada, pero al menos públicamente no ha habido reacciones en contra de la causa del obispo mártir, a quien la religiosidad popular salvadoreña y de gran parte del continente elevó a los altares desde hace años: san Romero de América. En El Salvador, sin embargo, extraña que una voz desde dentro de la Iglesia, quizá sin pretenderlo, le reste importancia a esta noticia trascendental al adjudicarla, ante la falta de un comunicado oficial, a la emotividad del arzobispo Paglia. Pero el anuncio fue hecho por quien precisamente ha sido nombrado promotor de la causa de beatificación y canonización de monseñor Romero, es decir, una fuente que merece absoluta credibilidad. A esto se añade que el aviso fue ratificado por la agencia de información del Vaticano.
Además, reaccionar ante esta buena noticia diciendo que la causa de monseñor Romero nunca estuvo bloqueada, sino que en una especie de stand by, no es más que un eufemismo, pues en el mundo de la Iglesia es conocido que el proceso de canonización no estaba en espera, sino inmovilizado. Aunque se hizo famosa su foto arrodillado ante la tumba de Romero, es un secreto a voces que Juan Pablo II nunca vio favorable el tiempo para impulsar la canonización de monseñor. Hay que recordar también la explícita oposición del ya fallecido cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, que fungió como titular del Consejo Pontificio de la Familia. En Aparecida, ante Benedicto XVI, Trujillo alertó del peligro que a su juicio representaba para la unidad de la Iglesia católica latinoamericana la canonización del mártir salvadoreño. Por ello, no hace honor a la verdad decir que el proceso no estuvo bloqueado.
Precisamente por ese bloqueo es que la decisión del nuevo obispo de Roma es esperanzadora. Monseñor Romero está en el corazón del pueblo latinoamericano creyente y no creyente; su vida y legado han desbordado todas las fronteras confesionales. Como muestra de este ecumenismo, una estatua suya descansa en el borde superior de una de las paredes de la abadía de Westminster, en Londres, junto a las de otros mártires del siglo XX, como Dietrich Bonhoeffer y Martin Luther King. Hasta el momento, nadie ha reaccionado dentro del país con intenciones de politizar el anuncio del Vaticano. Así, declarar que es peligroso que se instrumentalice la causa de monseñor Romero en tiempo electoral es una opinión y posición que abona a lo que pretende denunciar. Advertir sobre la posible politización de esa causa es exactamente estar ya politizándola. Precisamente es este uno de los argumentos preferidos por los sectores de la derecha política del país para no ver con buenos ojos la canonización oficial del santo del pueblo salvadoreño y latinoamericano, tal como lo declaró públicamente monseñor Gregorio Rosa Chávez en una entrevista reproducida por el vespertino Co-Latino.
Politizar la canonización del obispo salvadoreño es no reconocer lo que ya saben tantos alrededor del mundo: su muerte fue martirial, lo que, canónicamente hablando, supone un proceso más expedito hacia los altares. No reconocer en monseñor Romero a un mártir y preferir el largo camino de añadir milagros a lo que en la Iglesia se llama "las virtudes heroicas" supone pasar por alto lo que dice el Evangelio de Juan: donde existió el "mayor amor, dar uno la vida por los amigos", no hay necesidad de otros milagros. De hecho, el esfuerzo de algunos ha estado orientado a que monseñor Romero, luego de un muy largo periplo, llegue a los altares como "confesor", no como mártir. En este sentido, sí ha habido politización del proceso.
Sin duda, el anuncio hecho por su santidad Francisco al promotor de la causa es una buena noticia para los pobres de América Latina y del mundo, quienes ven en su canonización la reivindicación de las víctimas inocentes de la guerra y de las víctimas del dios dinero en la vida diaria. Oponerse por pasiva o por activa a la reanudación de un proceso que ha estado estancado con argumentos de carácter político es, en realidad, politizar la causa de un santo que dio testimonio con su sangre del amor a Jesucristo y al pueblo al que quiso servir.