Es evidente la importancia que reviste la visita de Barack Obama a nuestro país, aún más cuando se repara en el hecho de que El Salvador es una de las primeras naciones de América Latina a las que viaja Obama en su calidad de presidente de Estados Unidos. En consonancia, el Gobierno salvadoreño le ha dado una enorme relevancia al hecho; los preparativos que está realizando superan por mucho los de una visita común, incluso a los que se dispensarían para la llegada de otro presidente del continente. Recibiremos al mandatario del país más poderoso del planeta, y todo apunta a que ese será el trato que se le dará a Obama en El Salvador.
Mucho se habla de que Obama representa una nueva etapa en la presidencia de Estados Unidos y en las relaciones de este país con el resto del mundo. Obama ha manifestado en múltiples ocasiones que quiere mantener relaciones de respeto e igualdad —no de dominación— con los países amigos. Pero una cosa son las palabras y otra, los hechos. La visita de Barack Obama a América Latina obedece a un interés muy especial de los Estados Unidos. Por un lado, se quiere manifestar que el subcontinente sigue siendo importante para los intereses económicos y políticos estadounidenses; por otro, dejar claro con qué tipo de Gobiernos y políticos hay interés en mantener relaciones de amistad.
En la visita a Brasil quedó muy claro que el interés principal de Obama es aprovechar las oportunidades de negocio que dicho país ofrece a las empresas norteamericanas, y participar en las inversiones petroleras y en investigación de biocombustibles que le aseguren a Estados Unidos una provisión de combustibles en el futuro. Estos, y no los problemas que Brasil tenga y el apoyo que requiera para resolverlos, han sido los verdaderos motivos de la visita. No se olvide que la economía norteamericana está en crisis y que la expansión de los negocios estadounidenses en América Latina es uno de los caminos necesarios para superarla.
Ahora bien, la elección de El Salvador como uno de los tres países de la gira latinoamericana de Obama tiene como objetivo dar un mensaje al resto de naciones centroamericanas, al pueblo salvadoreño y, de un modo especial, al FMLN: Estados Unidos puede mantener una relación de amistad con un Gobierno de izquierda siempre y cuando no cuestione los intereses del capitalismo global, respete el modelo democrático y no se alinee con ningún otro bloque que pueda minar la hegemonía estadounidense (el ALBA, por ejemplo). En pocas palabras, siempre y cuando se mantenga en la socialdemocracia y opte por mantener unas relaciones de amistad con Estados Unidos, así como lo han hecho Chile y Brasil.
Como se ve, no es tan cierto que Obama aplique una política de igualdad entre naciones y de respeto al derecho de los pueblos. Un verdadero cambio en las relaciones de Estados Unidos con Centroamérica debería pasar por una solicitud explícita de perdón por el mal que esa nación ha causado a los pobres de la región. Si hemos exigido que España pida perdón por el genocidio que cometió en la conquista de América, si le exigimos al Gobierno salvadoreño que pidiera perdón por las masacres y violaciones a los derechos humanos cometidas durante la guerra civil, también cabe exigirle al presidente Obama que pida perdón por el nefasto papel que el Gobierno estadounidense ha jugado a lo largo de la historia reciente de Centroamérica, en especial en la década de los ochenta.
Vale recordar que monseñor Romero le pidió al presidente Carter el cese de la ayuda militar a El Salvador, pues esta causaba un enorme dolor y sufrimiento al pueblo salvadoreño. No obtuvo respuesta. En este sentido, no basta con la visita de Obama a la tumba del arzobispo mártir. Para honrar con propiedad la memoria de Romero, el mandatario debería pedir explícitamente perdón por el apoyo que el Gobierno de su país brindó a los militares salvadoreños; apoyo que lo volvió cómplice del asesinato del arzobispo y de las muchas barbaridades que se registraron en aquellos años.
Por su parte, bien haría el presidente Funes en aprovechar la visita para hacerle ver al presidente Obama que hay contradicciones entre los intereses de sus respectivas naciones. Las políticas migratorias estadounidenses, el Tratado de Libre Comercio, la política agrícola proteccionista, la negativa a adoptar medidas que disminuyan el daño ambiental que causan las empresas norteamericanas y la legislación sobre patentes son algunos ejemplos de políticas que benefician a Estados Unidos, pero que perjudican gravemente a El Salvador y al resto de Latinoamérica. Si Obama quiere inaugurar con esta visita nuevas relaciones exteriores de respeto e igualdad, tiene que pasar de las palabras a los hechos.