Más que simples palabras

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Editorial UCA
13/08/2021

Hay palabras que buscan cambiar la realidad; no obstante, el efecto suele ser temporal cuando lo que se enuncia no coincide con los hechos. Por ejemplo, hasta hace poco, el término “ad honorem” se utilizaba en el país para indicar que el desempeño de un cargo no era remunerado económicamente, pero en la actualidad los funcionarios ad honorem reciben un ingreso económico generalmente mayor que el que les correspondería por su cargo. En el otro lado de la moneda, la realidad cambia las palabras. Un caso: la lucha de las mujeres por abrirse paso ha logrado transformar el uso de muchas palabras; por ejemplo, a diferencia de antes, ahora se utiliza el género femenino y masculino en el nombre de las profesiones (arquitecta y arquitecto, ingeniera e ingeniero), no solo el segundo. Sin embargo, lo usual es que las palabras generen una percepción sobre la realidad, sobre todo para beneficiar intereses.

Los defensores y promotores del modelo económico dominante han impuesto un lenguaje economicista. Hoy es común oír “recursos humanos” y “capital humano” sin que ello despierte suspicacias o reacciones. Los recursos, por definición, son medios, de cualquier clase, que sirven para alcanzar una meta o resolver una necesidad. Desde esta perspectiva, cuando se llama “recursos humanos” al personal de una institución, se está asumiendo que las personas son herramientas. Por otra parte, en el uso del término “capital humano” está implícito que los seres humanos tienen un valor, como instrumentos de un proceso productivo. Esto abre las puertas para tratar a las personas como meros recursos económicos y pasan así a formar parte de los costos de producción, al igual que una materia prima. Desde esta perspectiva, la educación de las personas solo es importante en la medida que mejora la producción y la competitividad.

Ni los seres humanos ni los bienes naturales son recursos o capitales. Usar los términos  “personal” o “talento humano” ofrece una visión más humanista, en la que las personas no son cosas y tienen prioridad sobre los recursos materiales, incluido el capital. Llamar al agua y a la flora “bienes naturales”, en lugar de “recursos”, subraya el hecho de que cuidar la naturaleza es cuidar a la humanidad. Es por esta razón que en la propuesta ciudadana para una ley general de agua y saneamiento se llama siempre “bien natural” al agua y al medioambiente. En cambio, en la propuesta que está en discusión en la Comisión de Medio Ambiente y Cambio Climático de la Asamblea Legislativa se ha sustituido el término “bienes naturales” por “recursos naturales”, y se incorporó “desarrollo económico”. Estos no son solo cambios de palabras; más bien responden a otra forma de entender el agua: no como un bien que es fundamental proteger, sino como un recurso a explotar. Es importante ser conscientes de ello, pues no es poca cosa lo que está en juego: el futuro del país y su gente.

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