La semana pasada circuló una noticia que dejó boquiabierta a mucha gente. Warren Buffett, la tercera persona más rica del mundo según la revista Forbes, pidió al Gobierno de Obama que dejara de "mimar a los ricos". El multimillonario, dueño de más de cincuenta compañías y que amasó su fortuna en los mercados bursátiles, publicó una columna en The New York Times en la que fustigó a quienes pregonan que los impuestos desincentivan la inversión y demostró, cifras en mano, que los millonarios en Estados Unidos, pese a estar percibiendo ganancias cinco veces mayores que hace dos décadas, están pagando una tercera parte menos de impuestos. Unos días después de la publicación, un grupo de franceses inmensamente ricos, poniendo en práctica en Francia lo que Buffett pide para Estados Unidos, redactaron, firmaron y publicaron una carta en un periódico galo en la que piden se les suban los impuestos. Son dieciséis de los más ricos ciudadanos franceses y aparentemente están aterrados por la situación económica y fiscal de su nación.
Mientras en Estados Unidos y Francia los más ricos no solo piden, sino que exigen que se les cobre más impuesto para ayudar a salir de la crisis, en El Salvador los multimillonarios tienen una actitud diametralmente opuesta. Ante el anuncio del presidente Funes de un impuesto especial a las personas naturales o jurídicas con un patrimonio igual o superior a 500 mil dólares, los grandes empresarios se rasgan las vestiduras porque consideran que eso sería injusto. Primero dijeron que la diferenciación del impuesto atiza la lucha de clases y pretende poner a la gente en contra de los grandes empresarios. De lo que se trata entonces es que todos colaboremos sin distinción, sostuvieron. El último argumento para negarse a pagar el impuesto es que el Gobierno debería corregir tanto despilfarro en sus gastos y optimizar los recursos en lugar de crear más tributos que desincentivan la inversión. El problema del Gobierno no es la falta de ingresos, sino el exceso de gasto, sentenció la semana pasada la ANEP.
Ante esta situación común de crisis económica tanto en los países ricos como en los pobres, pero muy distinta postura entre los millonarios de allá y los de aquí, hay dos puntos que es importante resaltar. La primera atañe a la actitud de los multimillonarios salvadoreños. Quizá los grandes empresarios tengan razón en señalar la ineficiencia gubernamental en el combate contra la delincuencia y la imperiosa necesidad de mejorar el uso de los recursos del Estado. Sin embargo, detrás de los argumentos, lo que subyace es la sempiterna voracidad y mezquindad de los más ricos del país. Nunca en El Salvador un gran empresario ha dicho que es buen momento para aumentar los impuestos o los salarios. Fuera de las obras de caridad que se deducen de los impuestos, la solidaridad ha estado ausente de la vida de los multimillonarios. Hasta llegaron al extremo de preferir una guerra intestina a desprenderse de sus anillos, como les advirtió en su momento monseñor Romero.
El segundo punto a destacar es que, en el fondo, los ricos de Estados Unidos y de Francia están cuestionando el mismo modelo neoliberal del que se aferran con irracional obsesión los empresarios salvadoreños. Uno de los principios fundamentales de la teoría del libre mercado es que hay que liberar de impuestos a los más ricos para que se sientan a gusto e inviertan. Pero las cartas de Warren Buffett y de los multimillonarios franceses sostienen que los ricos deben pagar más, pues sus fortunas han crecido proporcionalmente a la disminución de sus impuestos. Por supuesto, los ricos del primer mundo, con más lucidez que los salvadoreños, han entendido que la suerte de sus empresas está ligada a la suerte de la mayoría de la población. Mientras las personas comunes y corrientes se empobrezcan más, más posibilidad habrá de que las empresas vayan cuesta abajo. Pero en algunas personas la avaricia desenfrenada es más poderosa que la razón. Los grandes empresarios salvadoreños se aferran a una lógica económica que hasta hoy les ha permitido amasar fortunas extraordinarias en medio del empobrecimiento de los sectores medios y bajos de la sociedad salvadoreña. Ahora los millonarios salvadoreños invierten en toda Centroamérica, en el Caribe y en los mismos Estados Unidos, pero dicen que no es justo pagar más impuestos en su propia tierra.
La Unidad de Análisis y Seguimiento del Presupuesto de la Asamblea Legislativa determinó que entre 2001 y 2009 un sector del empresariado salvadoreño ganó 9 mil 35 millones de dólares al gozar de exenciones, deducciones e incentivos fiscales de los impuestos de la renta y el IVA. Este es el paraíso que no quieren abandonar estos grandes empresarios a los que no les importa que para el resto de la población el país cada día se parezca más a un infierno.
Hoy en día, prácticamente todos los economistas serios y todos los organismos internacionales están de acuerdo en que El Salvador, para hacerle frente a la crisis, debe aumentar su carga tributaria, la cual, junto a la de Guatemala, es la más baja de la región. Por tanto, si los millonarios salvadoreños no tienen la sensibilidad, ni la decencia, ni la lucidez de sus homólogos del primer mundo, es hora de "dejar de mimarlos", como afirma Warren Buffett, y obligarlos a que comiencen a pagar lo justo.