Opciones éticas

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Editorial UCA
25/11/2022

La Real Academia Española define “ética” como el conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida. Es decir, en el ámbito privado y en el público, en las relaciones con los demás, en la escuela o el trabajo, en los negocios o en la función pública, en la sociedad o respecto al medioambiente. También se conoce la ética como la disciplina que trata del bien y del fundamento de sus valores. Por comportamiento ético debemos entender, pues, aquel que busca o realiza el bien, y que no afecta negativamente a las personas; aquel que, entre las opciones posibles, escoge lo que contribuye de mejor manera al bien común.

Ahora bien, el impacto en la sociedad de las decisiones y acciones es mayor cuando se realizan desde el Estado. Por ello, es importante analizar esas decisiones y acciones desde la perspectiva ética. Veamos dos casos. El Gobierno ha venido postergando por más de tres años la construcción de dos hospitales del sistema público de salud: el nuevo Hospital Rosales y Hospital Nejapa. Para la construcción de ambos se cuenta ya con los terrenos, diseños y fondos respectivos. Hasta la fecha, no se ha dado una explicación oficial creíble de por qué no  han iniciado las obras ni de por qué se canceló el proceso de licitación para el nuevo Hospital Rosales.

Desde la perspectiva ética, ¿han sido correctas esas decisiones? La respuesta es “no”, pues la red de salud pública es incapaz de atender a toda la población que acude a ella. La construcción de dos nuevos hospitales es, por tanto, una necesidad urgente; satisfacerla tendría una importante incidencia en la mejora de los servicios de salud pública para una más pronta y mejor atención a la población en su conjunto. No construir estos hospitales o postergarlos sin justificación razonable no responde a la búsqueda del bien común de los salvadoreños.

El otro caso es el de las escuelas públicas. Un paso indispensable para mejorar la educación nacional es reconstruir las escuelas públicas y edificar más institutos de bachillerato, pues en muchas áreas rurales la juventud no tiene acceso a estudiar tercer ciclo por la falta de una institución educativa cercana. ¿Qué es más urgente y necesario, qué beneficia más a la población: destinar recursos que no sobran a un hospital para mascotas o invertir en la red de escuelas e institutos públicos para posibilitar mejores condiciones para la niñez y la juventud, y ampliar el acceso a la educación?

Dado que no hay recursos suficientes para todo lo que el país requiere para alcanzar un desarrollo humano justo y equitativo, a la hora de decidir a qué dedicar el dinero público la prioridad tendría que ser aquello que beneficia más a la gente. Sin duda, el bien mayor es la educación, y esta requiere de infraestructura digna y adecuada. En un contexto en que las finanzas públicas están tocando fondo y grandes segmentos de la población se ven privados de lo más básico, no parece que lo más ético sea priorizar la salud de las mascotas por sobre la educación y la salud de las personas.

Como los dos acá planteados, abundan en El Salvador actual casos semejantes, en los que la opción ética por lo que beneficie a la mayor parte de la población, en especial a los más débiles y desprotegidos, y que contribuya más al bien común, se ve desplazada por efectismos populistas y apuestas por proyectos ajenos a la razón y la responsabilidad.

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