¿A quiénes les sirven los derechos humanos?

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Proceso
28/04/2022

José Palomo (1943) es un historietista y artista gráfico chileno. En 1973, el momento en que el general Pinochet dirigió un golpe de Estado contra Salvador Allende, Palomo se exilió en México pues la policía lo estaba buscando para apresarlo. Su trabajo se volvió famoso gracias a su caricatura “El cuarto Reich”. La tira cómica retrataba la imagen de una sociedad militarizada y pobre con sarcasmo e ironía. Desde la pluma del dibujante era posible reír y tomar conciencia de una denuncia básica: al poder y a los autoritarismos no les gustan los derechos humanos.

Los derechos humanos vienen de una larguísima tradición que, en la cultura occidental, ha intentado posicionar la dignidad de las personas, como los filósofos griegos señalaron. La discusión fue influida por las visiones cristianas vinculadas con la justicia y su reflexión se fue fortaleciendo cuando las distintas revoluciones (la francesa, la estadounidense, la mexicana) señalaron que una serie de derechos y libertades protegerían a las personas de las arbitrariedades del poder. Porque todo poder es arbitrario.

En El Salvador, uno de los pensadores que posicionó estas reflexiones fue el periodista y maestro, Alberto Masferrer, quien en su texto El Minimun Vital,  escrito en 1928, insiste en que la única posibilidad de salvación de una sociedad profundamente autoritaria y desigual es que el Estado salvadoreño garantice la dignidad de los trabajadores, no solo a través de educación y vivienda dignas, sino también, por el acceso a la justicia. Esa justicia por la que Marianela García Villas, la abogada y filósofa, luchó en la década de 1980. Esa que buscó también el obispo santo, Óscar Romero. Esa por la que finalmente fueron asesinados. Porque en El Salvador, dijeron, la justicia es como las serpientes, solo muerde a los que están descalzos.

Y parece que nada ha cambiado al día de hoy. Mientras los militares y los policías intervienen  las zonas más populosas del país y detienen a las personas más humildes, sean estos pastores, jueces, mujeres emprendedoras, o jóvenes electricistas, los ricos y poderosos continúan su vida sin ningún tipo de problemas.

Estas prácticas no son nada nuevo. Empezaron desde que el gobierno de Francisco Flores lanzó la primera versión del plan Mano Dura. Continuaron durante el gobierno de Tony Saca con la versión del plan Super Mano Dura y se prolongaron durante los gobiernos del FMLN que prorrogaron, durante más de un año, las medidas extraordinarias que distintas organizaciones, como el Idhuca o Los siempre sospechosos de todo denunciaron en su momento.

Los derechos humanos plantean que todas las personas tienen derecho a ser consideradas inocentes, todas tienen derecho a un juicio justo, a un debido proceso. Quienes se burlan de esta larga lucha, quienes quieren que en El Salvador desaparezcan los derechos humanos o son aquellos que quieren mantener una sociedad de privilegios, o son unos tontos útiles, bufones y troles al servicio de los poderosos.

¿Para qué sirven los derechos humanos? Para evitar los abusos del poder, los absolutismos del poder contra cualquier persona, sea joven o vieja, pobre o privilegiada. ¿A quiénes no les sirven los derechos humanos? A quienes son seducidos por la violencia y el autoritarismo. A quienes quieren acumular más poder y tener una sociedad a la medida de sus componendas y manejos oscuros. Una sociedad que no rinde cuentas. Pero no debería ese poder olvidar que siempre esa embriaguez acaba, los libros más antiguos y más sabios nos lo recuerdan. Tarde o temprano, ese pueblo recordará sus derechos y empezará a pedir cuentas.

 

* Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 86.

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