Comunicación con espíritu

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Recientemente se celebró la L Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, instituida en 1967 por expresa voluntad del Concilio Vaticano II, con el propósito de “formar las conciencias frente a las responsabilidades que incumben a cada individuo, grupo o sociedad, como usuarios de estos medios”. Fruto de este objetivo son los mensajes que los papas han enviado al mundo, en los cuales manifiestan sus ideas sobre el sentido y desafíos que tienen la comunicación y sus instrumentos.

En el primer mensaje, proclamado por Pablo VI, se afirma que

así como [los medios] tienen el derecho de no estar condicionados por indebidas presiones ideológicas, políticas, económicas, que limiten la justa y responsable libertad de expresión de los mismos, de igual modo su diálogo con el público exige el respeto por la dignidad del hombre y de la sociedad. Que todos sus esfuerzos […] se dirijan a difundir la verdad en las mentes, la adhesión al bien en los corazones, la acción coherente en las obras; de este modo contribuirán a la elevación de la humanidad y darán un aporte constructivo para la edificación de una sociedad nueva, más libre, más consciente, más responsable, más fraternal, más digna.

En este primer mensaje se puso el fundamento de lo que podríamos llamar una “comunicación con espíritu”, esto es, una comunicación que cultiva lo humano en su dimensión más positiva y plena. Hablamos del respeto y valoración de la dignidad humana, de la empatía y compasión con y por el otro, de la calidad de la conciencia colectiva que solo se logra cuando se favorece la racionalidad, la participación ciudadana informada, la verdad y el bien común. Guiados por este espíritu, en las jornadas se han abordado a lo largo de los años, entre otros, los siguientes temas: los medios de comunicación para el desarrollo de los pueblos; los medios al servicio de la verdad; los comunicadores sociales servidores de la paz; la formación de la opinión pública en sentido crítico; el anuncio del Evangelio en la actual cultura informática; los medios de comunicación y la promoción de la mujer; la comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro.

Ahora bien, en el año del Jubileo de la Misericordia, el mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2016 se titula “Comunicación y misericordia: un encuentro fecundo”. La idea fuerza del texto es que este vínculo es fructífero “en la medida en que genera una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. [En consecuencia], en un mundo dividido, fragmentado, polarizado, comunicar con misericordia significa contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad”.

Comunicar con espíritu es utilizar el poder de la comunicación al servicio del encuentro y la inclusión. Es tomar en serio las necesidades, angustias y esperanzas del otro. Es situarlo como referente y luz de la comunicación. Y uno de los requisitos fundamentales para que esto sea así es el examen crítico respecto al lenguaje que se usa para comunicar la realidad, que no pocas veces termina encubriéndola o distorsionándola, según favorezca el propio interés o ideología. En este sentido, debemos prestar mucha atención a las siguientes palabras que encontramos en el mensaje del papa:

Hago un llamamiento, sobre todo a cuantos tienen responsabilidades institucionales, políticas y de formar la opinión pública, a que estén siempre atentos al modo de expresarse cuando se refieren a quien piensa o actúa de forma distinta, o a quienes han cometido errores. Es fácil ceder a la tentación de aprovechar estas situaciones y alimentar de ese modo las llamas de la desconfianza, del miedo, del odio.

Hay aquí un claro llamado a tomar conciencia de la naturaleza del lenguaje que usamos para nombrar lo que ocurre en la realidad, pues este puede construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos, o llevarnos a círculos viciosos de condenas y venganzas que fomentan el odio y la distancia entre personas y naciones.

En el análisis de esta cuestión, vale la pena recordar lo que hace unos años el teólogo Jon Sobrino señalaba al referirse a otro de los grandes peligros que encierra un tipo de lenguaje usado en la comunicación, y que lleva a diluir la escandalosa inequidad del mundo. Por ejemplo, afirmaba, se habla de “países en desarrollo”, y en lenguaje más humano, de los “excluidos”. Con esto se quiere decir que algo anda mal, pero este lenguaje no comunica todo lo mal que anda el mundo. De ahí que propone un lenguaje que descubra y no encubra esta realidad. Y desde la comunicación con espíritu, que exige que esta busque y comunique la verdad, recurre a la metáfora del “pueblo crucificado”, que expresa muerte infligida, no natural, a la que están sometidas las mayorías. Estas mueren por lo que otros hacen contra ellas, por lo que acumulan excluyéndolas y por lo que dejan de hacer, desatendiéndolas. La contrapartida, según Sobrino, es la comunicación con espíritu, que significa poner la palabra, el lenguaje y la comunicación al servicio de la verdad.

¿A qué están llamados, pues, los medios de comunicación a la luz del mensaje papal? Se les convoca a “dejarse inspirar por la misericordia”, lo que implica volver con profundidad al principio ético que proclama no solo que la persona y la comunidad son el fin y la medida del uso de los medios, sino algo más desafiante: la realidad que sufren y padecen los pobres, sus clamores y esperanzas deben ser prioritarios en la comunicación. Esto significa prestarles atención a los excluidos, tener deseo de comprenderles, de valorarlos, respetarlos y empoderar su palabra.

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Anónimo
20/05/2016
06:08 am
Las palabras de este comentario a los propietarios de los medios de gran capital, risa le deben causar. Esos no entienden de ética ni moral, peor de comunicación con espiritualidad y misericordia, su vida gira en hacer dinero sirviendole a Dios y al diablo.
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