Discurso de graduación de la Escuela de Formación Política y Ciudadana

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Este discurso fue pronunciado en la graduación de la XV edición de la Escuela de Formación Política y Ciudadana de (EFPC) de la UCA, el pasado 21 de enero de 2022. La EFPC es un esfuerzo regional de la Comisión Provincial de Apostolado Social (CPAS) de la Compañía de Jesús en Centroamérica, que inició hace 14 años. El programa es coordinado desde la Vicerrectoría de Proyección Social de la UCA en El Salvador, además ha tenido presencia en 5 países (Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y El Salvador).

 

Creo en la importancia de cerrar ciclos como es debido, creo también en honrar la unión de aquellos corazones que han compartido ilusiones, tristezas y sueños. Para mí, es un honor dirigirme precisamente a estos corazones que han sido y serán siempre compañeros.  No puedo más que agradecer la complicidad, el debate y las sonrisas, las comidas compartidas, la cercanía, y el mostrarnos esa parte blanda que rara vez mira el cielo, porque reconoce el peligro de hacerlo, pero cuando se encuentra segura florece y fertiliza a las otras, vulnerabilidad se llama.

Esa vulnerabilidad que nos ha permitido descubrir en el rostro de este pueblo las necesidades que lo aquejan, y dar un paso más al hacerlas propias: hacerse cargo de ellas, cargar con ellas, como diría Ellacuría. Una vulnerabilidad nutrida se vuelve entereza y cuando esta última se colectiviza se convierte en el verdadero motor de la historia. Dependerá, eso sí, de la calidad de esta nutrición, como un cuerpo que come bien y cosecha hazañas. Estoy segura que en estos meses que hemos compartido se nos ha brindado nada más que excelencia tanto en conocimiento como en las figuras que nos han acompañado y que con sabiduría y respeto se han atrevido a caminar con nosotres.

Cada módulo y tema desarrollado, me atrevo a decir por todes, configura el visor con el que vamos a leer la realidad de ahora en más, la definición, el detalle y sutileza con la que los hechos se nos van a hacer patentes, y más importante aún, la calidad de nuestra crítica. Por ello, los facilitadores y facilitadoras de esta escuela son partícipes también de este logro, y es con ellos y ellas con quienes firmamos un compromiso. Hay que recordar acá que no aprendemos porque sí, sino para servir a la construcción de un mundo nuevo.  Por esto y más, les agradecemos profundamente, porque en un mundo donde la verdad es silenciada, cooptada, secuestrada o encarcelada  aquellos que denuncian son los primeros perseguidos. Gracias por ser, entonces, los avisadores del fuego.

A la UCA también, como institución, pero a la gente que mueve a la UCA desde dentro y es cubierta por ese gran nombre,  pero que al final son personas, como vos y como yo, con miedo también, por no echarse para atrás y seguir dando espacio al diálogo multitudinario, intergeneracional, diverso. Diálogo que está necesitando nuestro país en este momento, por sobre todas las cosas, y que enfrenta un discurso unidimensional, persecutivo y terrorífico, digno de su creador, alguien con, probablemente, un encefalograma plano, como diría Marcuse, pero tristemente con gran poder.

Aun así, son sabios los dichos y es verdad que no hay mal que dure cien años, porque estos cuerpos aquí sentados ya no lo resisten, y seguro tampoco caben de la emoción de ver un El Salvador brillante; cuerpos que han dolido por nacer acá, pero cuerpos que no esperan, sino que crean y creen. 

En filosofía hay un autor, Manuel Levinás, con una idea que, para mí, expresa parte de lo que pasó estos meses y seguramente siga pasando en nuestros futuros individuales. Levinas dice que no hay otro lugar en donde se nos presente la alteridad, lo diferente, el Otro, la Otrora, con mayor fuerza y con mayor arrebato que en el rostro. El rostro es inevitable, no se puede ignorar, en él se palpa la realidad ajena.

La propuesta de este autor es un “humanismo del otro” fundamentado por la responsabilidad absoluta por esta realidad otra, y más allá, esta responsabilidad como la vía predilecta para la construcción de mi propia subjetividad, de mi propia identidad, en ese sentido, yo soy para otro. El yo se vuelve pura sensibilidad, cercanía y exposición a “lo otro que dice tu rostro”.

En esta escuela hemos visto muchos rostros y son en ellos en los que yo decido creer. Tan diferentes como maravillosas son las historias que cuentan, como difíciles han sido las infancias, como cruciales las decisiones que toman, como grandes los futuros y perenne la esperanza.

En esta, que no es una despedida, quiero desearles el mejor de los caminos y las alegrías más grandes por este logro que seguro nutrirá su viaje, ahí donde se les necesite, donde también haya un rostro que les interpele y les confirme que han sido buenas sus elecciones.  

Así, pues, termino deseando que nuestros corazones nunca sean indiferentes a la injusticia y a lo pequeño, que nuestra boca nunca se seque cuando de levantar la voz se trate, y que nuestro cuerpo siempre guarde la fuerza y la juventud vibrante de la alegría.

 

Marcela Contreras
21 de enero del 2023

 

* Texto publicado en el boletín Proceso N.° 117.

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