El Consejo Económico y Social, una magnífica idea de la Presidencia de la República, no acaba de encontrar su ritmo de trabajo. Ni siquiera está claro cuál es su trabajo, al menos tal y como se han venido dando las cosas. Probablemente, las autoridades tienen mucha claridad sobre sus deseos, pero no han logrado transmitirlo, al menos a varios de los que componen el Consejo. Una serie de declaraciones lo demuestran.
En efecto, en La Prensa Gráfica del 24 de marzo, el presidente Funes decía que "si no se ha avanzado en temas específicos del plan quinquenal es porque el Consejo Económico y Social (CES) no ha avanzado en su agenda, y quien define la agenda del CES no es el Ejecutivo". Sin embargo, hasta ahora, el único que ha definido la agenda es el representante del Gobierno en el Consejo. Y no sólo la agenda, sino el desarrollo de las reuniones, en las que invita, preside, expone, coordina, contesta dudas, da la palabra, etc.
Algunos miembros del Consejo se han asombrado al ver en los medios de comunicación declaraciones de que en el CES se ha abordado ya el plan quinquenal. Un embajador que asistió a la presentación del famoso plan estaba convencido, por lo que escuchó en la conferencia, que efectivamente se había tratado el tema en el Consejo. Pero, en sentido estricto, el plan quinquenal no se ha visto en dicha asamblea.
Este tipo de declaraciones y este funcionamiento confuso, que no dependen directamente de los miembros del propio Consejo, le restan eficacia a la que es en sí misma una buena idea. Por ello, es importante sugerir algunas líneas de funcionamiento del CES claras. Lo lógico sería una de las dos siguientes opciones. Una, que el Gobierno planteara preguntas sobre temas o problemas de importancia nacional y el Consejo tratara de dar las respuestas más consensuadas que pudiera. La otra sería que el propio CES se adueñara de la agenda y marcara los ritmos de trabajo. En ambos casos, es importante cederle toda la parte organizativa de la discusión al PNUD, que tiene una gran experiencia en el establecimiento de diálogos, procesos en los que se llega a acuerdos, etc. Cuando el Gobierno pide consejo, debe dar toda la información posible a los consejeros y simultáneamente otorgar absoluta independencia en el modo de organizarse, funcionar y marcar ritmos. El haber solicitado al PNUD el apoyo técnico ha sido muy acertado, pero hay que darle también al organismo la posibilidad de actuar como secretaría técnica del Consejo, y no como simple acompañante mudo.
El Salvador necesita diálogo como parte de su proceso de desarrollo económico y social. Y nada mejor que poner a representantes significativos de muy diferentes sectores a dialogar sobre temas y problemas que puedan ayudar al Ejecutivo a tomar medidas y caminos consensuados de desarrollo. Un diálogo que tiene que ser abierto y trasparente al público, porque el Consejo no representa a todas las instituciones que serán afectadas por los temas dialogados. Un diálogo que, al mismo tiempo, tiene que ser serio y enfrentar los problemas nacionales graves, como la exclusión, la pobreza, la violencia, la debilidad de las instituciones democráticas o la corrupción. Claridad, apertura al público y confianza en que a través del diálogo podemos llegar a consensos amplios deben ser las actitudes presentes en las discusiones y debates de los miembros del CES. Ver la complementariedad de quienes participan en este grupo es más importante que fijarse en lo más inmediato: las diferencias. Estar dispuestos a un ejercicio de inteligencia y paciencia es indispensable para que el diálogo obtenga sus frutos.
Pero el diálogo tiene que apoyarse en temas y esfuerzos concretos. No se trata de inventar la pólvora, sino de aconsejar sobre pasos concretos en beneficio de nuestro país. El papel del Gobierno es dar insumos; el del PNUD, como lo entendemos algunos, organizar dichos insumos, presentarlos y coordinar su discusión. El CES, por su parte, debe llegar con relativa celeridad a consensos. Un Consejo en el que se estancaran las discusiones y propuestas no sólo sería ineficiente, sino que no tendría razón de ser.
Si de momento el CES ha estado en un cierto estancamiento, no se debe ni a los miembros ni a la secretaría del PNUD. En efecto, el Consejo fue instalado el 3 de septiembre del año pasado, lo que supone 7 meses y medio de existencia. Pero sus reuniones han sido escasas, sin ritmos pautados ni claros. Y la información —incluso la gubernamental— sobre el mismo nunca ha sido la más exacta. Como decíamos al principio, la idea es espléndida. Sólo queda darle el impulso real y práctico que la haga funcionar adecuadamente. Quienes creemos en el diálogo como el máximo mecanismo de desarrollo humano estamos convencidos de que si se organiza bien el proceso de diálogo dentro del CES, los resultados pueden ser enormemente positivos para el país. Los pasos que se den para ello pueden ser los aquí expuestos u otros. Pero es necesario dar pasos para un mejor funcionamiento, y darlos ya.