Mientras se remozan algunas calles de la capital, se inaugura un parque de diversiones con cinco juegos mecánicos donados por China en el Puerto de la Libertad y se hace público el primer caso de viruela símica, sigilosa pero alarmantemente crece el costo de la vida en el país. La escalada de precios ha obligado a la población a rebuscarse cambiando su dieta alimenticia, disminuyendo las porciones de sus comidas, mudándose a marcas más baratas o hasta dejando de comer un tiempo.
El costo de la canasta básica urbana, según la Digestyc, alcanzó en mayo los $227.39, que son $26.35 más que su costo en mayo del año pasado, que representan un aumento del 13%, el precio más alto que se tiene registrado desde el año 2001. El costo de la vida, que va más allá de la Canasta Básica Ampliada (dos veces el costo de la canasta básica), también se ha disparado. De acuerdo al Centro para la Defensa del Consumidor (CDC) el costo de la vida en El Salvador de hoy supera los $700 mensuales. Quiere decir que el salario mínimo actual del país apenas cubriría la mitad del costo real de la vida. Algunos alegremente aseguran que el país tiene una canasta básica más barata que la de los países vecinos. En algunos casos esto es cierto, sin embargo, lo que no se dice es que en El Salvador la canasta básica solo tiene 22 productos mientras que en Costa Rica, por ejemplo, contiene más de 50. Como ha sido toda la vida, la presente crisis afecta a los más pobres. ¿Cómo hacen las familias que tienen como ingreso un salario mínimo? ¿Y las que se rebuscan en el día a día y no llegan ni a eso? ¿Sobreviven con remesas? En medio de un ambiente de aparente seguridad y tranquilidad que pregonan las autoridades, la gente está pasando hambre. El último informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2021” de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), señala que la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave ha aumentado en el país pasando de un 42% entre 2014-2016 a un 46.5% durante el período de 2019-2021. Por su parte, el “Análisis de inseguridad Alimentaria Aguda de la CIF, El Salvador”, proyectó que para los meses de junio y agosto de 2022, 1,043,661 personas en inseguridad alimentaria necesitan acciones urgentes de parte del Estado salvadoreño, con un plan de respuesta que incluya ayuda alimentaria, asistencia monetaria y redistribución de activos. Las familias viviendo en pobreza y pobreza extrema han aumentado. No es casual que se estime que 12 mil estudiantes universitarios abandonaron sus carreras este año. No es de extrañar que 300 compatriotas salgan diariamente con rumbo al norte. Que el año escolar 2022 haya comenzado con 100 mil estudiantes menos, probablemente sea, en parte, producto del aumento de la pobreza.
Para colmo, las penurias de miles de familias son “buenas” para los que se aprovechan de la política. En la realidad de sobrevivencia la toma de conciencia social y política se vuelve completamente irrelevante para la gente. Para la mayoría de la población no importa quién gobierne, ni quién sea, ni de dónde venga. Lo que le importa a la gente que solo sobrevive es que le resuelvan sus problemas de subsistencia, de alimentación, seguridad y empleo. Quién sea, su trayectoria, sus intenciones y la manera en que resuelva los problemas, sale sobrando. Si quien llega al poder es un gobierno populista, autoritario o dictatorial, no es importante.
La cuestión de fondo es si quien gobierna resuelve de verdad la realidad de sobrevivencia o no. Si se pone la esperanza en que alguien más lo haga, pero el estómago sigue apretando, el dinero cada vez alcanza menos y no mejora las condiciones de vida, sino todo lo contrario, la esperanza también mudará de lugar y entonces se comprenderá que la esperanza de mejorar era solo un espejismo.
* Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 101.