Es la economía...

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Proceso
17/02/2022

Los anuncios de obras públicas extraordinarias no podrán ocultar la realidad por mucho tiempo. La gente no come del anuncio de ser el primer país de la región en lanzar un satélite al espacio. La construcción de un grandioso hospital para mascotas no esconde la precaria situación de los hospitales para la población, al contrario, la hace más dolorosa. Un estadio con instalaciones del primer mundo choca con el déficit de vivienda digna para los más pobres y con el deplorable estado de las escuelas por el que se rasgan las vestiduras los funcionarios después de estar más de dos años y medio en el poder. Y no es que esos proyectos no sean buenos, pero en la situación en que está el país son como dar solo un vestido elegante a una persona desnutrida. Además, los grandes anuncios publicitarios que presentan al país convertido en una especie de paraíso con la introducción del bitcóin, no pueden disimular que la mayoría de la población lo ha rechazado y que sus cajeros tienen casi como únicos clientes a los soldados que los cuidan más que a la gente.

A toda la parafernalia mediática le resulta cada vez más difícil enmascarar que la principal piedra en el zapato del gobierno es la economía y que el aumento del costo de la vida, sobre todo de los servicios y de la canasta básica, son la principal cruz para las familias salvadoreñas.  Y aunque las declaraciones oficiales hablen de bonanza y relativicen la crisis, los números están ahí y no mienten.

Visto desde las finanzas públicas la situación no es menos que crítica. El país alcanzó niveles nunca vistos en la deuda de corto plazo en el 2020 y en el 2021. El saldo de este tipo de deuda alcanzó los 2,638 millones de dólares.  El endeudamiento es tan grande, que el pago de la deuda le ha ganado terreno a la inversión social. En el presupuesto 2022, la asignación para pagar el servicio de la deuda es la segunda más grande, solo un poco menos que el destinado a educación y supera a lo que se ha destinado a salud y seguridad. Esto le ha traído consecuencias al país. En la segunda semana de febrero, la deuda soberana se convirtió en la peor calificada de todos los países de Centroamérica. La calificadora de riesgo Fitch Ratings bajó la calificación de El Salvador de B (altamente especulativo) a CCC que quiere decir que la posibilidad de no poder pagar la deuda es muy real.  Pero la decisión de bajar la calificación no se debe solo al factor económico. La calificadora también tomó en cuenta, según su informe, el debilitamiento de las instituciones y la gran incertidumbre que se vive sobre todo por la concentración de poder en la presidencia de la República, que ha aumentado la imprevisibilidad de las políticas y la adopción del bitcóin.

La baja calificación del país en esta materia, se traduce en que es difícil conseguir préstamos y, si se consiguen, no es en condiciones favorables. Nadie quiere prestar dinero a quien se cree no podrá pagar y esa es la situación del país. De igual forma, cuando se encuentra alguna fuente de préstamo, el interés es más caro. Pero hay otro efecto del riesgo. Los inversionistas privados no invierten en los países que tienen una calificación baja. Una pequeña prueba de esto es que el 14 de enero pasado, el Ministerio de Hacienda convocó a la primera subasta de LETES del año 2022. De los $70 millones que se ofrecieron para refinanciar, el país solo pudo colocar $45.3 millones en dos tramos.

Desde la perspectiva de la población más pobre, la situación no es distinta. En la más reciente encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop) solo hay dos unanimidades. Cerca del 100% de la población opinó que el bitcóin debe ser algo voluntario y no obligatorio y, en casi la misma proporción, la gente percibe que el costo de la vida ha aumentado. La gente siente cada vez más dificultad para hacerse con lo indispensable para la sobrevivencia. En efecto, los números macroeconómicos lo confirman. La inflación en El Salvador también registró números históricos. El pasado mes de enero, la inflación cerró con 6.49% y  el aumento en el precio de los bienes y servicios llegó a 6.12%, la tasa más alta desde que el país se dolarizó en el 2001.

El gobierno ha mostrado experticia en el manejo de publicidad haciendo que la gente le crea y se alegre por el anuncio de grandes obras que solo existen en la boca de los funcionarios y que difícilmente se podrán hacer sin recursos. Una de dos. O consigue recursos para seguir haciendo clientelismo político con las necesidades de la gente o sigue con su estrategia mediática alienando a la población con anuncios de ficción que no llenan el estómago ni la dignidad. Al final tendrá que darse cuenta que decir cosas bonitas que toquen sentimientos y hacer grandes anuncios que distraigan a la gente no serán suficientes porque por ahora su problema (y el de la gente) es la economía.

 

* Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 78.

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