Gremios docentes, ¿obstáculos a la calidad educativa?

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Pauline Martin
17/09/2014

El reciente informe del Banco Mundial Profesores excelentes. Cómo mejorar el aprendizaje en América Latina y el Caribe presenta entre sus conclusiones una afirmación contundente: “El desafío más serio a la hora de elevar la calidad de los profesores no es fiscal ni técnico, sino político, porque los sindicatos docentes de todos los países de América Latina son grandes y constituyen un actor políticamente activo”. Esta conclusión señala como obstáculo único la postura de los gremios ante las reformas en educación. Desafortunadamente, esto carece de fundamentación y de análisis de los múltiples factores políticos que han tenido consecuencias negativas en la educación, en lo que toca a El Salvador. En un conversatorio entre dos gremios salvadoreños, Simeduca y Andes 21 de Junio, y la Maestría en Política y Evaluación Educativa, se identificaron varios temas políticos que perjudican la calidad educativa, contrastando con la conclusión del Banco Mundial.

El primer desafío político es la inversión en educación. Para comparar con los países señalados en el informe como sistemas educativos exitosos, El Salvador invierte solo 3.4% del PIB en educación, mientras que Finlandia un 6.8% y Corea del Sur el 5.3%, según datos del Banco Mundial de 2011. Para completar, es necesario analizar el PIB per cápita para comprender la extensión de la inversión. Por ejemplo, Singapur invierte únicamente 3.2% de su PIB en educación —menos que El Salvador—, pero tiene un PIB per cápita de casi $53,000. Viendo los ejemplos anteriores, el PIB per cápita de Finlandia es $49,000 y el de Corea del Sur $24,000, lo cual implica una cobija muy grande para las necesidades educativas. En cambio, en el caso de El Salvador, con un PIB per cápita de menos de $4,000, es evidente que los fondos asignados a educación son insuficientes.

Los gremios salvadoreños refuerzan la necesidad de invertir en educación, no solo en el tema salarial, también en la mejora de las condiciones laborales y de aprendizaje. La infraestructura escolar, las herramientas de trabajo y los recursos didácticos son necesarios para mejorar el rendimiento estudiantil, porque inciden en el aprendizaje. Es urgente contar con mayor inversión en educación, porque a nivel político se debe reconocer que los profesores abonan al desarrollo del país.

En segundo lugar, la formación inicial docente es un problema político. Y es evidente que están pasando factura las casi tres décadas de descuido en la formación inicial, a partir del cierre de las Escuelas Normales en 1980; una decisión que se tomó en aquella época para apaciguar la organización política del magisterio. Las etapas subsecuentes de formación han sido de descuido y desinterés. Hoy en día, los mismos datos del Ministerio de Educación dan cuenta del triste resultado del olvido de la formación inicial. De aproximadamente 44,000 profesores en servicio, el 11.5% tienen solo el bachillerato pedagógico; 73%, el profesorado; y 13.7% alcanza el nivel de licenciatura. Es importante mencionar que solo el 0.2% tiene una maestría o un doctorado; en comparación, en Finlandia, para ser profesor, es necesario tener una especialización a nivel de maestría.

La formación inicial de profesorado tiene una duración de tres años de estudio, similar a una carrera técnica; sin embargo, la docencia no es un trabajo técnico, es una profesión. Y una profesión muy compleja, en la cual hay que responder a las múltiples necesidades de un grupo de estudiantes y velar por su aprendizaje. Un obstáculo político es la falta de voluntad de ampliar el número de años de la formación inicial y de dedicar mayor esfuerzo a garantizar la calidad de la misma. El impacto de las mejoras en la formación inicial se sentiría en unos 15 o 20 años, porque a un graduado le toma un promedio de 10 años para colocarse en el sistema público. Esta práctica de asignar plazas por antigüedad y no por capacidad o idoneidad es otro obstáculo político a la calidad docente.

El tercer obstáculo político es la poca atención a la formación permanente, sistemática y de calidad. El Banco Mundial señala erróneamente que los docentes tienen “escasas capacidades cognitivas”, un término mal aplicado, porque suena a discapacidad intelectual, cuando en realidad es un tema de formación. El Ministerio reconoce que los profesores tienen poco dominio de las especialidades curriculares, lo cual también es resultado de decisiones políticas en la formación continua. Nunca se ha concretado un enfoque de formación continua; se ha oscilado entre capacitaciones masivas y generales, bonos para la capacitación descentralizada, cursos de especialización, períodos sin ninguna oferta de formación para los sectores docentes y promesas incumplidas de certificación y hasta titulación de postgrado.

Es esperanzador que, a pesar del desorden en la formación continua, el magisterio desee actualizarse y formarse de manera permanente. Incluso reconocen la evaluación docente como “algo que favorece al desempeño profesional del docente” en su vínculo con la formación permanente. La evaluación de desempeño mejora la capacidad de conocerse, de reflexionar y autocriticarse, y aumenta la capacidad de rendir más, “sentirnos seguros y felices en la profesión”. La verdadera evaluación ayuda a ver las necesidades, permite al maestro “formarse y desarrollarse, no solo decirle que no sirve para ser docente”.

El informe del Banco Mundial finaliza con una aseveración lamentable: “También es cierto que los objetivos de las organizaciones docentes no son congruentes con los objetivos de los encargados de la formulación de políticas educativas ni con los intereses de los beneficiarios de la educación, incluidos estudiantes, padres y empleadores que requieren trabajadores calificados”. En el conversatario con los gremios, estos demostraron una actitud distinta, una disposición a ser parte de la solución en la educación, junto con la comunidad educativa. Su sentir es que tienen que ser parte del diseño y el desarrollo de las soluciones en educación. Es sus palabras, los gremios visualizan a los profesores “como transformadores, personas idóneas para sacar adelante una nación”.

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Anónimo
25/09/2014
07:32 am
Me identifico con el análisis de la situación actual del docente salvadoreño/a y me alegra que Paulina sea quien haga la reflexión ya que tiene mucha experiencia en el campo. Espero que la UCA que siempre ha estado apoyando los palnes de formación haga una propuesta que se publique y lleve el apoyo de los Centros formadores.
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Anónimo
20/09/2014
18:31 pm
Las conclusiones del estudio mencionado y los argumentos aquí presentados son dos caras de la misma moneda. No son excluyentes, sino complementarios. ¿Qué está haciendo el nuevo gobierno para cambiar la ruta desastrosa de la educación salvadoreña?...
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