El Salvador cumple dos años del gobierno de Nayib Bukele. Los análisis se han multiplicado en todos los espacios, desde la academia, desde el ejercicio periodístico (ahora conocido como incómodo), como en los espacios de comunicación gubernamental (que, en una especie de salto cabalístico, se nombran ahora desde el poder como periodismo).
Si pudiéramos leer la carrera política del presidente como una serie audiovisual de mucho éxito, digamos muy cercana a Game Of Thrones, podríamos pensar que hemos visto al menos tres temporadas. La primera fue la del joven guerrero indignado que diez años atrás posicionó el hashtag #VosEstásMuyJovencito como una respuesta a Norman Quijano. Un joven divertido, con la gorra hacia atrás, que soñaba con un país mejor. La segunda temporada fue la del profeta. Ese jovencito dijo que en realidad él era como “David antes de luchar contra Goliat”. En esa gran producción de drama y fantasía, las audiencias salvadoreñas contuvieron la respiración en los momentos más duros, mientras su héroe enfrentaba la pandemia, limitaba derechos y libertades, intentaba calmar las aguas de la tempestad de las tormentas Amanda y Cristóbal y luchaba contra la plaga de langostas, lanzadas como castigo a una sociedad que se plegó a otros faraones y otros poderes que no eran los suyos.
Nuestra tercera temporada ha subido su rating y su producción tiene una importante inversión de dinero. Por suerte, los productores saben que es muy rentable. Como ya es sabido inició con una sola palabra “Dracarys”. Y no diremos mucho más, no queremos spoilers. El protagonista habló ante la comunidad internacional y se dirigió a los embajadores, interpeló al representante de Canadá y le dijo: “queremos ser como ustedes”.
Desde la UCA, preguntamos a varios salvadoreños que viven en Canadá cuáles son las cosas que más valoran de vivir en este país. Entre lo que nos contaron hubo consenso sobre cinco procesos que dejamos anotados. Si le tomamos la palabra al presidente, esperamos que en su rendición de cuentas del 2022, además de la alfombra roja y los aplausos, tengamos al menos estas propuestas, esos son nuestros sueños:
El sueño de este análisis es que el año que viene, cuando el presidente se encuentre con su Asamblea, con sus diputados, con su fiscal, nos cuente que estos cinco sueños están encaminados. Sería mucho pedir que se preocupe por los muertos y los desaparecidos, que baje el presupuesto dedicado al Ejército y lo invierta en educación y salud, sin necesidad de tantos préstamos. Eso sí que no. Su narrativa no va a devolver la dignidad a las víctimas que no han sido reivindicadas desde el conflicto armado. Es que esas cosas no generan buen rating. Eso no lo esperamos. Pero estos cinco sueños volverían la tercera temporada un fenómeno de furor entre la audiencia. Además, le permitirían tener cinco datos para contar frente a la comunidad nacional e internacional. Solo hay una consideración que puede resultar preocupante. La enunció la joven diputada Dania González el 28 de mayo, usando unas palabras muy similares a las que usó en su momento de mayor poder un no tan joven Oscar Ortiz: “a quien no le gusta, que se vaya”. Ortiz se lo dijo a los policías, González se los dice a todas las personas que no piensan y no analizan la realidad como a ella le resulta mejor. Quizá sea un sueño que queda en el tintero, para otra serie que no veremos, la construcción de un El Salvador en donde por fin todas y todos tengan cabida. En donde nadie tenga que migrar por pensar distinto. Ese era el sueño de San Romero y de nuestros mártires. Pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.
* Arítculo publicado en el boletín Proceso N.° 47.