En general, en nuestro país, los medios de comunicación y quienes tienen la posibilidad de emitir opinión no son precisamente pobres ni están del lado de ellos; pertenecen a los sectores de altos ingresos económicos y, por tanto, están muy lejos de la vida cotidiana de las mayorías. Los principales medios ven la realidad según sus propios lentes, ponen por delante la defensa de sus intereses, por lo que sus posturas suele ser muy sesgadas. Una nueva prueba de ello es la parcialidad con la que han tratado el incremento y las modificaciones al salario mínimo. Toda su cobertura noticiosa sobre el tema ha respondido al sector empresarial; la voz de los trabajadores ha estado ausente. Los grandes medios, de forma unánime, están en contra del aumento y auguran que causará un gran daño; no les interesa en lo más mínimo recoger una tan sola opinión a favor del incremento ni informan sobre los beneficios que este pueda tener para una buena parte de la población y para la economía.
Hace unas semanas, La Prensa Gráfica publicó los resultados de su última encuesta de opinión pública. Entre los resultados se destaca la negativa evaluación de la población sobre la gestión gubernamental, señalando que tanto la delincuencia y la economía han empeorado. Esto en continuidad con sondeos anteriores realizados por el matutino. Pero en la publicación se hace mención de algo que puede parecer insignificante, pero que si se analiza con cuidado resulta de mucha importancia: “La evaluación de los 10 trimestres [de gestión gubernamental] muestra que el presidente [Sánchez Cerén] tiene los mayores niveles de apoyo entre las personas de nivel socio económico bajo, mientras que sus detractores están entre las personas de nivel más alto”. Lo mismo ocurre con las simpatías partidarias: el FMLN tiene más arrastre entra las clases media inferior y baja, mientras que Arena en los sectores de ingreso alto, medio superior y medio. Otro dato interesante que revela la encuesta es que a pesar de la mala evaluación de la gestión gubernamental, el FMLN sigue teniendo más simpatías que Arena, tanto entre la población rural como en la urbana.
En esa línea, es interesante analizar por qué los sectores de menos ingresos evalúan mejor a la administración de Sánchez Cerén cuando sufren con mayor dureza la inseguridad y la violencia. La explicación es sencilla: son los más beneficiados por las ayudas y acciones gubernamentales: la entrega de útiles y uniformes escolares, el programa de agricultura familiar, la reparación de cárcavas en colonias populares, los créditos a los microempresarios y pequeños agricultores, el apoyo de Conamype, las mejoras en escuelas y centros de salud. Esto último, por ejemplo, es avalado por el Banco Interamericano de Desarrollo, que ha valorado muy positivamente las mejoras en la salud pública que se han realizado con uno de sus créditos. Y ha sido por esta buena gestión de los recursos otorgados que el Banco ha aprobado un nuevo préstamo para mejorar la red de hospitales y construir uno nuevo en el área metropolitana.
Sin duda, la visión de los pobres es distinta a la de la minoría privilegiada. Si se quieren cambios de amplio alcance, si se desea que el país ofrezca vida digna para todos, es importante tomar en cuenta la perspectiva y opinión de los más vulnerables, los desposeídos, las grandes mayorías. Mejorar la vida de los pobres debe ser prioridad nacional y es clave fundamental para hacer de El Salvador un país acorde con la visión de Jesús, “Dios con nosotros”, cuyo nacimiento celebraremos próximamente.