Más allá de las preocupaciones del capital

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Editorial UCA
30/01/2017

Los millonarios más poderosos del mundo y los magnates de las nuevas tecnologías se han reunido una vez más en Davos, Suiza. Durante los últimos años, se han mostrado preocupados por la desigualdad y las confrontaciones y problemas que la misma comporta a nivel mundial. Sin embargo, no discuten sobre los salarios, temática que parece despertarles una especie de alergia. Peor aún, nada cambia después de sus discusiones, a las que con frecuencia se hacen presentes políticos con peso en la lucha contra la desigualdad. Hace años fue invitado el brasileño Lula da Silva y por ello mucha gente pensó que el selecto grupo estaba tomando conciencia de los problemas económicos y sociales del mundo. Este año han invitado a Xi Jinping, presidente de China. Los temas se repiten y los cambios no llegan. Los adinerados no quieren que haya problemas ni desean que cambien su comodidad y su excesiva acumulación de capital y riqueza. Dos deseos contradictorios que generan enfrentamientos y choques, graves problemas humanitarios y de violencia que el papa Francisco llama “guerra por partes”.

En contraste con los millonarios del mundo que al menos hablan de la desigualdad, a los más ricos de El Salvador no parece preocuparles mucho el tema. Coinciden con la gente de Davos en la alergia a la subida de los salarios, incluso defienden salarios mínimos de hambre. Pero la desigualdad la pasan por alto. Sus centros de pensamiento se distancian del tema. Los periódicos o canales de televisión vinculados al capital no abordan la desigualdad escandalosa que nos afecta. Tampoco hay metas claras entre los poderosos económicamente para reducir la pobreza en un plazo corto, como por ejemplo un quinquenio. Siguen pensando que a mayor riqueza de las élites, disminuye automáticamente la pobreza, sin darse cuenta de la necesidad de invertir en las instituciones nacionales mucho más de lo que se hace.

Según datos oficiales del Ministerio de Educación, de todos los alumnos que terminaron el sexto grado en 2011, solamente se graduó de bachillerato el 42%. Es decir, más de la mitad de estos jóvenes se fueron quedando por el camino. Por otro lado, entre los que se graduaron, la desigualdad es patente y grave, tal como revelan los resultados de las PAES. Por esa razón, entre otras, es difícil pensar que la mitad de los nuevos bachilleres se podrá matricular en las universidades. Y probablemente ni la mitad de los que lo hagan terminarán graduándose. Al final, la desigualdad continuará creciendo. Y aunque van mejorando algunos aspectos de la vida social, el ritmo de mejora es tan lento que no da esperanza. La migración está claramente enraizada en esa desigualdad que genera violencia y desánimo en mucha gente.

Es lamentable que el liderazgo económico de nuestro país sea tan poco propositivo frente al problema. De momento, está más interesado en hundir al Gobierno que en preocuparse por las necesidades de los pobres. No se da cuenta de que si logra conseguir un Gobierno servil a sus intereses, la desigualdad y las tensiones que ella genera seguirán aumentando. En el mundo de los derechos humanos, se suele insistir en la garantía de no repetición de violaciones masivas a derechos humanos. Los salvadoreños más pudientes parecen no saber que la desigualdad y la pobreza son graves desafíos y suponen una violación colectiva a derechos humanos. La exigencia de no repetición del abuso y la desigualdad es también una necesidad frente a la violación a los derechos económicos y sociales.

Ahora que la ONU ha brindado un facilitador de diálogo nacional a petición del Gobierno, el presidente de Fusades se pregunta sobre qué mediarán las Naciones Unidas en El Salvador. Es difícil saber si es una pregunta retórica, pensada para hacer política y no para enterarse de la realidad, o simplemente fruto de la ignorancia. Pero bueno sería que el facilitador de la ONU lograra que los poderosos económicamente y el Gobierno hablaran al menos sobre la inversión interna que hay que hacer para combatir la desigualdad. Los ricos deben mirar hacia valores diferentes a la pura rentabilidad y al enriquecimiento individual. Si para el 20 de febrero, Día Mundial de la Justicia Social, cambiaran un poco las preocupaciones del capital y creciera la posibilidad de diálogo, el país ganaría un poco más de esperanza. Ojalá el presidente de Fusades salga de sus dudas y se plantee algo serio sobre el futuro de El Salvador.

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Anónimo
31/01/2017
07:41 am
Me parece un artículo muy bien atinado. Con afirmaciones veraces y fácilmente verificables. Sin embargo, sin menoscabo de la riqueza de ideas presentadas, me quedo con la siguiente: \"... el liderazgo económico de nuestro país ... está más interesado en hundir al Gobierno que en preocuparse por las necesidades de los pobres...si logra conseguir un Gobierno servil a sus intereses, la desigualdad y las tensiones que ella genera seguirán aumentando\". Ese gobierno servil lo tendría si ARENA llega nuevamente al poder. Lastimosamente la corrupción e incompetencia del FMLN está abonando a los intereses del gran capital. Y hasta es posible que ya haya pláticas adelantadas o negociaciones de poder entre este último partido y el gran capital. Pero hoy por hoy, es el único que se preocupa mínimamente por los pobres del país. Hoy por hoy, y espero no equivocarme, preferiría un nuevo triunfo del FMLN queel yugo y la ineptitud, bien conocidos, de los serviles de ARENA.
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