Uno de los principales problemas económicos señalados tradicionalmente por la población es la falta de empleo. La necesidad de generar más empleos en nuestro país es ampliamente sentida, y es una de las promesas que suelen hacer los aspirantes a la silla presidencial. Una promesa que siempre se incumple, a pesar de su urgencia. Pero no basta con que se generen empleos; estos deben ser de calidad, es decir, con buenos salarios, con las prestaciones de ley, que posibiliten desarrollar los talentos individuales y abran la puerta a la realización personal.
Los bajos niveles de empleo formal y decente, el gran número de personas que sobreviven en la economía informal, son causa y efecto a la vez de buena parte de los principales problemas nacionales. Una mayor cantidad de empleos de calidad disminuiría la migración y generaría mayores ingresos al Estado, contribuyendo a superar el crónico déficit fiscal. Si los jóvenes tuvieran acceso a buenos empleos, se reducirían los índices de violencia y criminalidad que sufren muchos de ellos. Con más y mejores empleos disminuiría la pobreza, nuestra economía tendría un mayor crecimiento y se incrementaría la clase media, que es la que suele abonar a la estabilidad social.
De todo ello se ha hablado mucho y desde hace tiempo, pero la realidad no cambia; seguimos siendo un país que cada día expulsa a demasiados de sus ciudadanos; salvadoreños que huyen de la violencia o de la falta de oportunidades. Para cambiar el orden de cosas hay que tomar decisiones e implementar acciones. Y con ese propósito podemos tomar lección de aquello que es común en naciones que han logrado salir de situaciones similares a la nuestra. En primer lugar, hay que invertir en educación, hay que formar a la población desde muy temprana edad, con una educación de calidad, y universalizar el bachillerato. Por supuesto, ello requiere un gran esfuerzo, pero la apuesta ha dado resultado allí donde se ha implementado. Sin educación para todos no hay posibilidad de desarrollo.
Sin embargo, si bien la educación es la base para superar la pobreza, no es suficiente por sí misma. Entre otros, el caso de Carolina del Norte, en Estados Unidos, nos enseña que también se requiere crear empleos. Hace 60 años, Carolina del Norte contaba con muy buenas universidades y una población bien educada. Pero muchos de sus habitantes migraban a otras regiones de los Estados Unidos que ofrecían mejores oportunidades laborales. Preocupadas por ello, las universidades y las autoridades locales crearon un plan para atraer a la región a empresas que requerían de personal altamente cualificado. El plan no quedó en un escritorio, sino que se crearon las condiciones para que las empresas se instalaran. Su llegada no solo significó la creación de empleos de alto nivel, sino que también incentivó la formación de los ya graduados y la investigación. Un círculo virtuoso que después de 50 años ha convertido a Carolina del Norte en uno de los estados que más aporta al producto interno bruto estadounidense.
Todos coinciden en que la clave del éxito fue conjugar una muy buena educación y el apoyo del gobierno local. Ello permitió, primero, atraer a las empresas; segundo, que las universidades promovieran la investigación para generar nuevos conocimientos; y finalmente, que se transfiriera ese conocimiento a la sociedad para el desarrollo empresarial y el surgimiento de emprendimientos entre los jóvenes. Esta experiencia señala una de las rutas que debemos seguir si de verdad queremos superar la dramática situación en la que nos encontramos. Ello supone crear lazos de confianza entre el sector educativo, el empresarial y el gubernamental, y trabajar unidos en pro del desarrollo de El Salvador. ¿Se trata de una quimera, un imposible?