El 1 de septiembre tuvo lugar en el Auditorio "Segundo Montes, S.J." el Encuentro Trimestral de las Obras Jesuitas de El Salvador. En esta ocasión, el objetivo fue realizar una aproximación a la ruralidad del país, para conocer la situación actual de las personas del campo y proponer soluciones para mejorar su calidad de vida. Para exponer el tema, se contó con las intervenciones de José Álvarez y Lilian Vega, catedráticos e investigadores del Departamento de Economía; y de Gerardo Morales, del Servicio Jesuita para el Desarrollo.
En la primera ponencia se analizaron diversos elementos que permiten comprender la situación de las zonas rurales y las dinámicas que hoy las caracterizan. Así, Álvarez explicó que es necesario cambiar el enfoque que limita el término "rural" a la actividad agropecuaria, pues, actualmente, en el campo se desarrollan dinámicas económicas muy diversas, como el turismo ecológico, el comercio y otros servicios terciarios. Y paralelamente, se han verificado transformaciones sociales de peso.
El Censo Agropecuario 2007-2008 revela que la población que se dedica a la agricultura ha envejecido: la edad promedio de los campesinos es de 49 años; la producción de granos básicos en el campo tiene como objetivo único la subsistencia y el consumo propio, es decir, no se cultiva para vender; a esto se le suma la migración campo-ciudad: se calcula que para 2015 solo el 33% de la población vivirá en la zona rural, y que para 2050, el porcentaje se reducirá hasta alcanzar el 19%.
Además de estos datos, que permiten dimensionar la transformación del sector rural, es necesario considerar que la política neoliberal implementada por los Gobiernos en las últimas décadas logró desmantelar el sistema agrícola nacional, obligando a los campesinos a solicitar préstamos bancarios para poder cultivar. Los agricultores tienen dificultades para cancelar las deudas, pierden cosechas y terrenos, y se hunden en la pobreza extrema.
En este contexto, surge una alternativa que posibilita a los campesinos mejorar su calidad de vida: la agricultura sostenible. Este tipo de producción orgánica permite regenerar la tierra desgastada por los químicos de fertilizantes y pesticidas. Entre los beneficios destacan la mejora de las cosechas; la ampliación del cultivo, para incluir hortalizas y granos básicos diversos; un ahorro económico importante para las familias, pues el campesino ya no invierte en químicos, sino que el abono y el veneno que necesita los elabora con insumos naturales (estiércol, residuos orgánicos, etc.); y, finalmente, una mejora considerable en la salud y bienestar familiares.
Para conocer las experiencias y los efectos asociados a esta nueva forma de trabajar la tierra, Lilian Vega realizó la investigación "Agricultura sostenible: reflexiones para el bienestar y la transformación social". En el Encuentro, Vega presentó algunos de los relatos recolectados en el estudio, que reflejan cómo esta agricultura arroja beneficios más allá de los económicos o ambientales. "Es una alternativa para cambiar nuestra vida y lograr nuestra soberanía alimentaria", testimonia Rosa Idalia Rivas, una campesina.
Pese a sus beneficios, no todos los habitantes del campo se adentran a la agricultura sostenible. Vega enumeró algunas de las razones que se detectaron en la investigación: los campesinos no son propietarios de las tierras, este tipo de agricultura requiere más tiempo y trabajo físico, y los resultados no se ven de inmediato, sino en el largo plazo.
Por ello, para que esta agricultura logre cambiar radical y positivamente la vida en las zonas rurales, es esencial apoyar a los campesinos que opten por ella. A este respecto, destaca el trabajo que ya realiza el Servicio Jesuita para el Desarrollo, que capacita a agricultores interesados en trabajar la tierra de manera orgánica. Gerardo Morales mencionó algunos de los esfuerzos y experiencias en marcha, como en Guaymango, donde trabajan con 486 familias; y en Jujutla, donde se apoya a 408 grupos familiares. El año pasado, iniciaron proyectos en Jicalapa, Teotepeque y San Antonio del Monte, en Sonsonate. Otras iniciativas desarrolladas por el Servicio en las zonas rurales son el Programa de Ahorro y Préstamo para Mujeres y las tiendas comunitarias.
Al Encuentro asistieron representantes de diversas obras de la Compañía de Jesús en el país y miembros de la comunidad universitaria.