Después de que pasó todo eso, nos quedamos parados como las fotos; los animales, la casa, todo se nos terminó, se nos arruinó la vida. Lo que me hicieron fue un abuso, ya no sentía nada. Cuando se fueron, me puse a pensar: "¿Qué me pasó?, ¿qué hice si tengo esposo?". Como que viene un calor y me agarra, se me ponen nublados mis ojos y como si fuera a sudar, pienso que mejor me hubiera muerto.
Fragmento del testimonio de Beatriz.
Beatriz, Carmela, Carlota, Carolina, Dorotea, Jesusa, Julia, María y Salomé son las protagonistas de los relatos compilados en Yo soy la voz de la memoria y cuerpo de la libertad. Texto que fue el resultado de una extensa investigación sobre abusos sexuales contra mujeres mayas durante el conflicto armado en Guatemala.
Cada una de las nueve historias se titula con alguna frase testimonial de la víctima que relata. "La justicia, para mí, es hablar" encabeza, por ejemplo, la historia de Carmela. Esa pequeña recopilación dio pie a Tejidos que lleva el alma, libro que suma 45 testimonios a los nueve originales, todos de mujeres indígenas guatemaltecas víctimas de abusos sexuales durante la guerra.
El volumen, publicado por la organización guatemalteca Actoras de Cambio, fue presentado por su autora, Amandine Fulchiron, el 28 de agosto en el auditorio del Edificio de Aulas "D". Los casos compilados provienen de una investigación en los departamentos de Huehuetenango, Chimaltenango y Alta Verapaz, gracias a la colaboración de organizaciones internacionales como el Ajuntament de Barcelona, Cooperacció y la Fundación Pro Victimis.
Lejos de ser una mera compilación de testimonios, Tejidos que lleva el alma deja patente cómo la sociedad indígena guatemalteca rechaza a la mujer abusada, pues la culpa de haber provocado al abusador, de haberlo permitido, de deshonrar a su esposo, hijos, hermanos y demás familia. Y esto, como explica Fulchiron, "desemboca en una espiral de nuevas formas de violencia contra ellas".
Así, la mujer indígena violada no solo debe vivir con el trauma de los abusos que tanto soldados como guerrilleros cometieron contra ella, sino que encima es estigmatizada, acosada y denigrada en su propia comunidad. "Nos sentíamos malas, sucias, pecadoras", confesó unas de las sobrevivientes durante la investigación. La culpa, pues, pasa a ser parte de su día a día, haciéndolas sentir que ya no valen, porque fallaron. "Soy solo la sombra de mi yo", dijo otra.
El proyecto de Actoras de Cambio se empeñó en que estas mujeres se reapropiaran de su cuerpo y se sintieran cómodas consigo mismas, ya que al ser indígenas son desvalorizadas socialmente, pero al haber sido violadas han pasado a vivir en el ostracismo. Por eso, se buscó que relataran su historia para verse validadas y sanar la memoria en conjunto.
"El conflicto armado es una guerra entre hombres, pero que se libra a través de las mujeres, por medio de la violencia sexual", comentó Sandra Aguilar, del Programa de Justicia Transicional del Idhuca, quien también participó en la presentación del libro.